Editorial

John Ford tení­a razón

En el cuarenta aniversario de la muerte de uno de los grandes genios del cine de todos los tiempos, hacemos un recorrido por las claves de su cine de la mano de uno de los mejores representantes del cine español, en particular, un sabueso del cine negro, Enrique Urbizu, que sorprendió al público de la mano de José Coronado con la magní­fica «No habrá paz para los malvados».

“John Ford tiene un olfato especial para las clases populares […] Aun cuando retrata la América oficial, Ford siempre te está recordando que eso está basado en la gente. De alguna manera la gente está por delante de la nación y la bandera”

El cine puesto en las manos de un director como una herramienta para desentrañar la realidad. Con Ford, como afirma Urbizu, todo parece que era así, genuino y natural. Desde la legendaria “Las uvas de la ira” a “Centauros del desierto”, Ford es genio, sí, pero profundamente honesto.

El mundo salvaje es contemplado por Ford con simpatía, mientras vilipendia a la nueva época civilizatoria. Los políticos, los hombres de orden, son corruptos caciques al servicio de intereses mucho más negros de lo que cualquier forajido pudiese imaginar.

La nueva civilización descansa en las falsas leyendas que no buscan más que ocultar la verdad sobre una nación que se forma sometiendo a su población y doblegando sus aspiraciones de libertad, exterminando razas enteras o asesinando presidentes.

Con la emergencia de EEUU como superpotencia, Ford renuncia a los sueños de libertad de los mejores westerns. No porque no los reivindique, sino porque ya no son posibles bajo la bota del Imperio.

Pero es en “Las uvas de la ira” en la que Ford da un paso al frente, atreviéndose a rodar la historia de un escritor marxista, Steinbeck. Y no gira la cara ante ni una sola de las encrucijadas que el autor le pone delante.

Desde la brutalidad de la expropiación hasta las míseras condiciones de explotación, o la dura represión contra el movimiento obrero. Ford capta la sustancia de la más honda solidaridad entre las clases populares, estrellándose frontalmente contra la voracidad sin límites del capitalismo. Ford se convierte en el altavoz de esa inagotable energía que despliegan hasta los más aparentemente derrotados jornaleros. “Somos pueblo… Existiremos siempre”

Volver a Ford es, sin duda, un soplo de aire fresco, una ventana abierta a las entrañas del mundo que vivimos… hoy. Cada una de sus miradas, de las claves de sus historias tienen vigencia renovada cada día de esta crisis.

Efectivamente, Ford tenía razón.

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