SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La «caverna catalana» contra Javier Cercas

El catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona y colaborador de El Confidencial Manuel Cruz ya ha denunciado en su libro Una comunidad ensimismada (Editorial Catarata) lo que él denomina, inspirándose en Tocqueville, “la espiral de silencio” que se padece en Cataluña. La hay y los discrepantes son inmediatamente estigmatizados: españolistas, franquistas, fascistas… calificativos que, mutatis mutandis, eran los mismos que se oían –si yo no estaba sordo, que creo que no– en el País Vasco no hace mucho tiempo. No ignoro en absoluto que este paralelismo irrita enormemente a la dirigencia oficialista catalana, pero la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.

El exordio viene a cuento de una suerte de linchamiento que está padeciendo el escritor y analista Javier Cercas, que desde las páginas de El País Semanal aborda con frecuencia la cuestión catalana. Lo hace repartiendo estopa a diestro y a siniestro. Y para que se calle o para que le inquieten las arremetidas contra él, un periódico independentista le ha atribuido el pasado día 11 de septiembre unas declaraciones publicadas por un semanario italiano según las cuales el autor calificaba al soberanismo catalán de “utopía asesina”.

Naturalmente, Cercas –al que no conozco salvo como lector de sus libros y artículos– ha negado en una carta al director del periódico Punt Diari de Girona (“Cosas que nunca he dicho”) haber declarado semejante barbaridad, pero todo es bueno para el convento, y el titular que le atribuía la mendacidad se extendió por la redes a la velocidad con la que habitualmente circulan los despropósitos.

Nadie que esté familiarizado con la literatura y el análisis de Cercas podría conferir a tal titular la más mínima credibilidad, pero la sospecha de que se le echado encima ese oprobio intelectual e ideológico para amedrentarle resulta vivísima porque nuestro autor –catalán y residente en Cataluña– es allí una de las voces críticas más necesarias.

Cercas tiene las cosas claras. Veamos: el 15 de septiembre de 2013 en un artículo titulado (EPS) “Democracia y derecho a decidir” sostenía que “en democracia no existe el derecho a decidir sobre lo que uno quiere, indiscriminadamente. Yo no tengo derecho a decidir si me paro ante un semáforo en rojo o no: tengo que pararme. Yo no tengo derecho a decidir si pago impuestos o no: tengo que pagarlos. ¿Significa eso que en democracia no es posible decidir? No: significa que, aunque decidimos a menudo (en elecciones municipales, autonómicas y estatales), la democracia consiste en decidir dentro de la ley, concepto éste que, en democracia, no es una broma, sino la única defensa de los débiles frente a los poderosos y la única garantía de que una minoría no se impondrá a una mayoría (…)”

Tras esa tesis tan clara, Cercas sostenía que habría que ir a unas elecciones “en las que todos los partidos declaren, clara e inequívocamente, su posición sobre la independencia.” Y terminaba: “Se puede ser demócrata y estar a favor de la independencia, pero no se puede ser demócrata y estar a favor del derecho a decidir, porque el derecho a decidir no es más que una argucia conceptual, un engaño urdido por una minoría para imponer su voluntad a una mayoría”.

Poco tiempo después, el 10 de noviembre del pasado año (EPS), Cercas vuelve al tema (“No al cataclismo”) afirmando lo obvio: que Cataluña vive en una ficción “de unanimidad creada por el temor a expresar la disidencia: ¿quién, salvo si saca un rédito de ello, osará poner en duda un derecho en apariencia tan radicalmente democrático (y en realidad notoriamente falso) como el llamado derecho a decidir? La salvaje reacción de la caverna catalana a mi intento de recordar esas obviedades fue la esperada confirmación de esta última obviedad. Cuando se llega a este punto ya no interesa dialogar ni argumentar, sino sólo salvar o condenar, señalar a amigos y enemigos, es que tenemos un problema muy grave. Ya no quedan lectores ni ciudadanos: ya sólo quedan hinchas. La sociedad se ha partido. Y cuando una sociedad se parte, va al cataclismo”.

Que Javier Cercas hable de “reacción salvaje” de la “caverna catalana” es muy grave para la caverna –porque la descubre ante los ingenuos que sólo creen que exista más allá del Ebro– y para Cataluña –porque le exige que reaccione. Pero por salvaje que haya sido la reacción –algún día la relatará con detalle– el autor de Anatomía de un instante y Soldados de Salamina, acaba de volver a la carga: el pasado día 14 (EPS) en un texto titulado “Escocia y nosotros” se pregunta y pregunta: “¿Hemos desarrollado los catalanes una cultura política distinta y mejor que la española? En España ha habido 21 años de gobiernos socialdemócratas, mientras que en Cataluña, apenas siete; los recortes de Mas son al menos tan drásticos como los de Rajoy; y, según todos los indicios, Bárcenas no es más que un aprendiz de los Pujol. En definitiva: la cultura política catalana es idéntica a la española, sólo que corregida y aumentada. ¿Existe alguna posibilidad de construir con una cultura política idéntica un país distinto y mejor? Ustedes dirán.”

Javier Cercas no me parece un tipo de derechas, ni complaciente con el PP, ni admirador precisamente de Rajoy. Tiene las trazas de un intelectual comprometido con su propia percepción de los acontecimientos y una notable valentía. Es, en definitiva, un tipo peligroso y lo sería en la Cataluña de hoy o en la España del momento si a la política y sociedad española se refiriese (que también lo hace y con severidad).

Ahora que vienen tiempos en los que de lo que se trata es de escurrir el bulto, es higiénico, democráticamente hablando, que se sepa que hay una potente “caverna” que no admite este tipo de reflexiones de un escritor catalán –que escribe en castellano como tantos ilustres autores catalanes– que debería considerarse un lujo para el pluralismo allí y aquí. O sea, que en todas partes cuecen habas. Y en algunos sitios, a calderadas.

Y gracias a Juan Cruz por denunciar desde su blog lo que le está pasando a Cercas con esa bárbara y falsa atribución declarativa acerca de la “utopía asesina” del soberanismo catalán. Sólo desde la mala voluntad, desde una mentalidad efectivamente cavernícola, se puede dar crédito a un titular en el que jamás podría reconocerse a Javier Cercas. A mí, y a cientos de miles, nos parece, además de un magnífico escritor, un impecable demócrata.

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