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España es el segundo paí­s con mayor deuda externa tras EEUU

Solo Estados Unidos supera a España como país con un mayor volumen de deuda dependiente con acreedores exteriores. La deuda exterior estadounidense es la más cuantiosa del mundo, con unos 5,5 billones de dólares al cierre de 2013, mientras que España le sigue con unos 1.400 millones. Pero hay una diferencia de peso entre el primero y el segundo: para EE UU, esos créditos exteriores suponen el 34% de su producto interior bruto (PIB), mientras que para los españoles supone el 103% de su economía. Los datos proceden del Capítulo 4 del nuevo informe global de previsiones que el Fondo Monetario Internacional (FMI) presentará la semana próxima en Washington y en el que advierte de la necesidad de seguir reduciendo este tipo de desequilibrios.

«Los riesgos sistémicos derivados de los desequilibrios globales han disminuido», admite el FMI, pero «reducir los préstamos externos en las economías acreedoras requiere mejoras en los balances por cuenta corriente y un crecimiento más fuerte». Pero esta necesidad de lograr una expansión económica más equilibrada (ni muy apoyada en la demanda externa ni demasiado dependiente de la interna) no afecta solo a los países más deficitarios, sino también aquellos que tiene «margen gracias a sus potentes superávits», advierte el organismo la semana previa a su asamblea general de otoño.

El Fondo ya ha instado a Alemania, que forma parte de este grupo, sin mucho éxito a impulsar sus inversiones para animar la economía.

Y en la lista de los mayores acreedores del mundo figuran Japón (3 billones de dólares) y China (1,6 billones), que antes de la gran tormenta financiera, en 2006, ocupaba la séptima plaza en esta misma clasificación. Alemania, que ese año era el segundo, acabó 2013 como tercer gran acreedor mundial, con 1,6 billones de dólares prestados en el extranjero.

EE UU y España, en cambio, ya eran los más endeudados con el extranjero antes de la crisis. El FMI explica que los recortes drásticos en las perspectivas económicas de los mayores endeudados tras las crisis redujeron en valor de los activos localizados en ellos, algo que, pese a implicar un efecto negativo para la riqueza del país, también significa un valor más bajo para sus préstamos extranjeros, lo que supone una ganancia de capital. «EE UU fue único en esto: pese a ser el más endeudados y tener una gran revisión a la baja de sus perspectivas de crecimiento, el valor de los activos creció debido a la preocupación por encontrar refugios seguros, lo que implicó una pérdida de capital en su posición de inversión internacional».

Los desequilibrios globales han bajado alrededor de un tercio entre 2006 y 2013, ya que algunos grandes déficits por cuenta corriente, como el de EE UU, o superávits, como el China, se han estrechado, pero «los superávit en algunos países del núcleo duro de la zona euro, en cambio, se han mantenido amplios», advierte el Fondo, Además, en los mercados emergentes se han deteriorado.

Más inversión pública en infraestructuras

El FMI, que afronta su asamblea con la zona euro completamente estancada y potencias emergentes como Brasil en recesión, también aborda en su informe de perspectivas mundiales la necesidad de apoyarse en la inversión pública para impulsar las infraestructuras. «Los costes de endeudamiento son bajos y la demanda es débil en las economías avanzadas, y en muchos mercados emergentes y economías desarrolladas existen limitaciones en materia de infraestructuras», apunta el informe.

El problema de la receta es lo dispar del escenarios. España, por ejemplo, deja atrás una época de inversión en infraesutructuras que pasará a la historia ligada a las palabras exceso y despilfarro, ya que muchas grandes obras se han mostrado luego innecesarias, con imágenes muy icónicas, como el del aeropuerto de Castellón que no se ha llegado a estrenar.

«Un incremento de 1 % del PIB en la inversión en infraestructura aumenta el nivel de producción en torno a un 0,4 % en el mismo año y cerca de 1,5 % en los cuatro años siguientes», indicó en rueda de prensa Abdul Abiad, jefe adjunto de la división de Investigación del FMI.

El FMI ciñe la propuesta a los países con «necesidades» específicas en infraestructuras públicas, las cuales son una «contribución indispensable» para la producción económica, que además es altamente complementaria con otras contribuciones como el empleo y el capital privado (no correspondiente a infraestructuras).

En este sentido, la institución incide en que es «complicado pensar en un proceso de producción en cualquier sector que no depende las infraestructuras» y recalca que cualquier deficiencia se deja sentir con rapidez. «Cortes energéticos, insuficiente abastecimiento de agua o carreteras en mal estado afectan negativamente a la calidad de vida de la gente e imponen barreras significativas para el trabajo de las empresas», advierte.

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