Corrupción y crisis polí­tica

La descomposición del bipartidismo

La aplicación del proyecto hegemonista de degradación, intervención y saqueo ha descompuesto hasta tal punto el modelo bipartidista y erosionado de tal modo el régimen polí­tico surgido de la Transición, que ya no vale la táctica de hacer algunas reformas y mejoras, ya no basta un simple maquillaje cosmético. El cambio tiene que ser traumático y quirúrgico y comprometer a los dos grandes partidos.

Para seguir avanzando en su proyecto, el hegemonismo ha pasado a su plan B. A través de él buscan proceder a una recomposición que sustituya nuevos por viejos actores, aborde profundos cambios en el régimen político mediante una amplia reforma constitucional -que permita al mismo tiempo resolver satisfactoriamente el encaje de las nacionalidades históricas, especialmente Cataluña-, cree mejores condiciones para la intervención hegemonista, mantenga firmemente alineada a España en el terreno político-militar y proporcione nuevas vías de escape que, sin alterar la correlación de fuerzas, haga posible dar una salida a la creciente presión popular y encuadrar la indignación y el rechazo a sus planes. «Hemos pasado de una situación de erosión del modelo político a una fase de abierta descomposición» Las grietas, desgarros y costuras en el modelo y el régimen provocadas por la degradación del país y las sucesivas oleadas de desestabilización desatadas por el hegemonismo para vencer las resistencias encontradas en la oligarquía y sus representantes políticos hacen necesaria la liquidación del viejo modelo bipartidista y su sustitución controlada para abordar los nuevos objetivos del proyecto hegemonista. Objetivos que en esta segunda fase pasan no sólo por una nueva oleada de recortes y un mayor abaratamiento de la mano de obra -en lo que coinciden los intereses de la oligarquía y el hegemonismo-, sino que muy posiblemente comprenda -en lo que no coinciden- nuevos y más ambiciosos asaltos del capital extranjero a algunos de los buques-insignia de la oligarquía española, como está a punto de suceder con FCC -la quinta mayor empresa de construcción y servicios del país-, las inminentes privatizaciones de Aena y el sector ferroviario o la subasta de Bankia, la joya de la corona de las cajas todavía por subastar. Sumado a ello, la irrupción del viento popular y patriótico -cristalizado en torno a Podemos en las pasadas elecciones europeas-, su constante crecimiento desde entonces y su extensión a todas las capas de la población ha sobrepasado el punto crítico en el que la descomposición de las actuales mayorías parlamentarias y el consiguiente hundimiento del modelo bipartidista es ya la perspectiva más factible y el curso más probable de los acontecimientos, reflejado de forma creciente y persistente por las encuestas. Este es el segundo factor que obliga al hegemonismo y la oligarquía a acelerar sus planes de acometer una profunda remodelación del actual régimen político y del sistema de partidos en torno al cual se articula. Corrupción y crisis políticaLa macro-redada contra la red de corrupción organizada por la multinacional francesa GDF-Suez, que el lunes llevó a la detención de 51 cargos políticos y empresarios, se suma al caso de las tarjetas black de Caja Madrid con la implicación de Rato, el dinero negro del máximo dirigente de la UGT de Asturias, la imputación de Acebes por el uso de la caja B del PP, la aparición de una nueva caja C -no controlada por Bárcenas- en las cuentas del PP, la forzada dimisión del presidente de las Cortes valencianas ante su más que probable imputación, la vinculación del caso de los ERE’s con el de los cursos de formación, etc. «Se está diseñando una operación de profundo calado: una remodelación del régimen político de la Transición mucho más amplia de la inicialmente planteada» La oleada de escándalos de corrupción que hemos vivido en las tres últimas semanas constituyen la punta de lanza de esta aceleración que, en expresión de la editorial de El País, “amenaza al sistema” político, tal y como lo hemos conocido hasta ahora. Como acertadamente describía la revista norteamericana Newsweek la pasada semana: “el sistema bipartidista de España parece estar colapsando”. La frecuencia y el ritmo de casos de corrupción, la cantidad y la “calidad” de los acusados han provocado un salto cualitativo en la situación política, haciendo pasar de una situación de erosión del modelo político a una fase de abierta descomposición. Sentar las bases de un nuevo modelo y un nuevo sistema de partidos que aborde los cambios en el régimen político tiene hoy su punto clave de avance en el PP. Y esa es la razón de que la mayoría de los ataques y escándalos de corrupción tengan en la actualidad su epicentro en él. Esto es así porque mientras el PP sigue manteniendo, en lo principal, su antigua estructura de cuadros dirigentes, ligados plenamente al modelo que se extingue, con escasa capacidad y menos credibilidad para abordar los profundos cambios que se requieren, el PSOE ha sido reducido ya a la probable condición de tercera fuerza política y se ha renovado su liderazgo, sustituyendo a los viejos cuadros surgidos de la Transición por nuevos dirigentes -nacidos y formados ya completamente en el modelo hegemonista- que muestran una considerable menor talla política que sus antecesores y parecen ser dirigentes mucho menos “ideologizados” y, en consecuencia, más maleables por el hegemonismo. Mientras que IU está en proceso de trituración y liquidación por el tsunami Podemos, UPyD está frenada en su avance, Ciudadanos parece ser una fuerza plagada de “minas submarinas” que pueden ser estalladas cuando se considere conveniente y los sindicatos se mantienen paralizados por la amenaza de la salida a la luz de nuevos casos de corrupción que anegan también sus filas. Batalla en el seno del PPTodo sugiere que en el seno del PP se está produciendo en la actualidad una áspera batalla en la que, en torno al problema de cómo abordar los escándalos de corrupción que les desbordan, lo que en realidad está en juego es la continuidad de Rajoy -como símbolo del “viejo” PP refundado por Aznar a finales de los 80- al frente del partido. Lo que explicaría la parálisis y las tardías, limitadas y contradictorias reacciones ante ellos. «Hay que poner de manifiesto los vínculos de la corrupción y los corruptos con monopolios y multinacionales» Rajoy afirmaba el domingo en Murcia que los casos de corrupción son sólo “algunas pocas cosas”, restándoles importancia, mientras su ministro de Interior o el de Justicia tenían que saber la macro-redada que se estaba preparando para sólo unas horas después. No se improvisa la movilización de 1.400 guardias civiles, policías judiciales y funcionarios para detener simultáneamente a 51 personas, hacer decenas de registros y bloquear más de 400 cuentas bancarias. ¿Nadie le avisó que lo que se estaba preparando iba a volver sus palabras contra él de forma implacable sólo 24 horas después, de verdad sus ministros no sabían nada? El protagonismo de De Guindos -el hombre del hegemonismo yanqui en el gobierno- en la salida a la luz del caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid, y su anuncio ayer mismo de que están a punto de ponerse en marcha nuevas operaciones judiciales de mayor envergadura todavía, y que probablemente salpicarán a la estructura del PP en otros dos de sus mayores caladeros de votos -Galicia y la Comunidad Valenciana- es un hilo del que tirar para comprender la naturaleza de los soterrados movimientos y la aguda batalla que se está librando en el aparentemente monolítico PP. La retirada o arrinconamiento del “viejo” PP afecta fundamentalmente a los sectores que históricamente han estado más directamente vinculados a la oligarquía y que más líneas de resistencia han ofrecido hasta ahora a la aplicación sin rechistar del proyecto hegemonista (oposición inicial al rescate, resistencia a que el gran capital extranjero se haga con una parte tan significativa del sistema financiero español como las cajas, negativa a la insistente reclamación de EEUU a negociar con Cataluña, alineamiento firme de Rajoy con Merkel, en contra de las exigencias de Washington, en la cuestión de la austeridad y la rebaja del déficit como prioridad absoluta,…), aunque finalmente se hayan plegado en lo principal a sus presiones.Con bastante probabilidad, estamos ante un movimiento que busca una “refundación” del PP, en la que nuevos actores “no contaminados” por el antiguo modelo y con un perfil mucho más de tecnócratas que de verdaderos cuadros políticos de Estado y en ese sentido más maleables y permeables por el hegemonismo -al estilo de Pedro Sánchez en el PSOE- tomen el relevo, teniendo entre sus objetivos el de soltar lastre “centrando” ideológicamente al partido y desprenderse de algún modo de la “vieja guardia” (o volverla irrelevante políticamente), a fin de hacer posible y más sólido un futuro gobierno de coalición PP-PSOE, que cada vez se dibuja más como la alternativa inmediata de la oligarquía y el hegemonismo si las elecciones generales de noviembre de 2015 dan unos resultados parecidos a los que vaticinan todas las encuestas. Hacia la reforma políticaTodos estos acontecimientos, y los movimientos de las distintas fuerzas políticas, apuntan con insistencia a que se está diseñando una operación de profundo calado: una remodelación del régimen político de la Transición mucho más amplia de la inicialmente planteada, que tendrá su pistoletazo de salida tras la próximas elecciones generales. -Remodelación que muy probablemente deberá ser dirigida -según la correlación de fuerzas resultante de las elecciones- por un gobierno de coalición PP-PSOE, sometidos ya a los nuevos liderazgos.-Remodelación que tendrá que acometer una profunda reforma constitucional, una especie de “proceso constituyente” controlado.

Reforma que deberá abordar el problema catalán y, más ampliamente, la distribución del poder territorial, seguramente reduciendo competencias y liquidando estructuras burocrático-administrativas en las autonomías “menores” y ampliándolas en las nacionalidades históricas, de forma que permita “librarse” al mismo tiempo de una parte importante de las burguesías burocráticas locales, con demasiados intereses creados y que consume unos recursos que el hegemonismo y la oligarquía necesitan. Que tendrá que reducir el poder y los privilegios de la clase política y el papel de los partidos, dando cabida a algunas formas de participación ciudadana y de “profesionalización” de un alto funcionariado directamente dependiente de la oligarquía y del imperialismo -y no de los partidos políticos- que participe en las tomas de decisiones. «El ruido en torno a la corrupción no debe distraer nuestra atención sobre el mar de fondo del saqueo imperialista que estamos sufriendo» Y que establezca medidas contundentes contra la corrupción, reformando y agilizando la justicia y modificando las leyes que la persiguen y la castigan. Corruptos y corruptoresLa nueva coyuntura exige, además de poner de manifiesto los vínculos de la corrupción y los corruptos con monopolios y multinacionales -como se ha puesto de manifiesto con toda claridad en la “operación Púnica”-, desentrañando cómo cada caso de corrupción no es más que el pago por los servicios prestados, la exigencia de que se investigue hasta final a corruptos y a corruptores y que se reforme inmediatamente el Código Penal para dar a la corrupción el tratamiento que la ley reserva a los delitos del crimen organizado. Como ha dicho el propio presidente del Consejo General del Poder Judicial, “las leyes españolas están hechas a finales del siglo XIX y están pensadas para perseguir a robagallinas” y no a banqueros, corruptos y estafadores de cuello blanco. Sin embargo, todo el ruido que están montando en torno a la corrupción no debe hacernos olvidar por un momento ni distraer nuestra atención sobre el mar de fondo del saqueo imperialista que estamos sufriendo y que está en la base de todo ello. En esta nueva situación, creada por las necesarias sacudidas del hegemonismo a su propio régimen para aplicar su proyecto y el creciente avance del viento popular y patriótico provocado por el rechazo a la intervención y el saqueo, se abren nuevas y mejores perspectivas para el trabajo político y la acumulación de fuerzas en el seno del pueblo en torno a una línea de Frente Amplio. Ahora que el “tsunami” Podemos está en su momento de máximo auge, es cuando más debemos intensificar nuestro trabajo para hacer que irrumpa y se extienda una línea distinta en el seno del movimiento popular. Cuanto más se extienda y se haga visible la alternativa de Recortes Cero, más patente aparecerá ante los ojos de amplios sectores de la población -y en particular entre los sectores más conscientes y combativos- la necesidad de dotarnos de una línea de Frente Amplio por la redistribución de la riqueza, la ampliación de la democracia y la defensa de la soberanía nacional.

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