SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La beca de Íñigo

La actualidad vibra con pensamientos insolentes de democracia radical bajo la engañosa luz crepuscular y otoñal del sistema. Los dedos del viento nos tiran de los cabellos y nos invitan a darle la vuelta a la vida. Pero, apenas han surgido sus hijos, la revolución, en vez de comérselos, los ha colocado, los ha votado, los ha becado.

El Chateaubriand pesimista veía las masas como un vasto desierto de multitud y pensaba que las revoluciones no nacen de un hombre o de un libro, sino que proceden del pueblo, que es a la vez poeta y actor, caminando al mismo tiempo hacia las luces y hacia la corrupción. «Así fue la Revolución Francesa: principios excelentes, consecuencias funestas». Cuando se pone en marcha una purga catártica -de limpieza de cloacas- y empiezan a funcionar las tricoteuses, los desahuciados, los preferentistas, además de los que aspiran a ser políticos del mañana, el proceso no termina hasta la Reacción de Termidor. Aquí será el PP, si es capaz de asumir ese papel.

Apenas se han constituido en partido, los incorruptibles han sido vigilados con la convicción segura de descubrir en ellos la corrupción. Los escrachadores han empezado a ser escrachados. Los piqueteros acosadores de Gallardón y de González Pons son ahora los hostigados.

En la obra Revolución!, que se escenificó el año pasado en las calles de Valencia, los actores reunían a la gente invitándoles a tazas de caldo. Dieciocho actores interpretaban la obra de Chema Cardeña por las inmediaciones del mercado de Ruzafa enarbolando una guillotina y acosaban a la actriz que encarnaba a María Antonieta. Preguntaban los jacobinos junto a los puestos de alcachofas y mandarinas: «¿Hasta cuándo el furor de los déspotas será llamado justicia y la justicia del pueblo, barbarie?». Como es sabido, durante el Terror guillotinaron a María Antonieta, siguieron con Danton y terminaron cortando la cabeza más incorruptible, la de Robespierre.

Ahora, las guillotinas son de cartón, como las urnas, o más bien mediáticas, como las que han funcionado estas últimas horas contra Íñigo Errejón por una beca que cobraba y no sudaba, bajo la dirección de un compañero de Podemos, Alberto Montero. La Junta de Andalucía -siempre tan sensible ante la corrupción- va a exigir que devuelva el dinero. Íñigo se ha quejado de que ponen la lupa sobre Podemos para desacreditarlos. ¿Y qué esperaba? ¿Creía que la política es una comedia musical? Los de Podemos han jugado sobre el agujero de la cobra, que ha escuchado su voces de encantamiento pero, de pronto, la cobra ha despertado.

Ha estallado un nuevo terror, por ahora mediático, que no lleva a la gente ni a la guillotina ni a la hoguera, sino al escarnio. Se saca a los padres de la patria como a rufianes en los telediarios, se les quitan las medallas de las ciudades. Funciona el Comité de Salvación Pública, con poderes para guillotinar -mediáticamente- a príncipes, cantantes y políticos de la casta e incluso a los de la indignación.

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