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Berlí­n y Bruselas advierten a Atenas de que debe respetar los compromisos

El primer aviso de lo que puede ser 2015 llega unos días antes de Año Nuevo: los riesgos más graves en Europa ya no son financieros o económicos, sino esencialmente políticos. El fiasco del Gobierno conservador griego en la elección presidencial y la convocatoria de elecciones generales para el 25 de enero, con el izquierdista Alexis Tsipras al frente de todas las encuestas, pusieron este lunes en máxima alerta a la eurozona. Sonaron las alarmas en los cuarteles generales de la Comisión Europea, pero sobre todo en la cancillería alemana. En Berlín, el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, advirtió de que las elecciones anticipadas “no cambian nada” y subrayó que cualquier nuevo Gobierno “deberá atenerse a los acuerdos suscritos por su antecesor”.

El pulso está servido. Tsipras ya ha anunciado que lo primero que hará, si gana, es renegociar el rescate europeo. Y su partido —antiausteridad, eurocrítico y sobre todo partidario de reestructurar la deuda— está muy cerca de alcanzar el poder en Grecia, un país que con apenas el 2% del PIB del euro ha demostrado tener pólvora de sobra para desestabilizar el continente. Los mercados griegos digirieron mal la noticia: la Bolsa se dio el enésimo batacazo, con una caída del 11%, y la prima de riesgo —la medida del miedo en el mercado de deuda— registró una subida fulminante. En el resto de Bolsas continentales apenas se notó esa sacudida, pero la incertidumbre está ahí cerca.

La eurozona está pendiente de los últimos coletazos del segundo rescate a Grecia, prorrogado hasta febrero, y preparando un tercer salvavidas: una línea de crédito de precaución, con condiciones más suaves. Pero un triunfo de Syriza podría hacer saltar todo eso por los aires, más aún si Tsipras sigue adelante con sus planes de reestructurar la deuda pública: eso desataría un pulso político sensacional y dejaría a Europa en una situación muy complicada, con los acreedores temiendo el efecto contagio de esas prácticas a otros países.

El temor a ese escenario no se hizo esperar: el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, hizo un llamamiento a los griegos para mostrar un amplio apoyo “al necesario proceso de reformas encaminadas a mejorar el crecimiento y esenciales para Grecia a fin de prosperar de nuevo dentro la eurozona”. Traducción libre: Bruselas urge a Atenas a no salirse del camino de los últimos años —austeridad y reformas— a riesgo de provocar su salida del euro. Más claro aún fue Schäuble: “Las reformas emprendidas en Grecia han dado sus frutos y no hay alternativa a ese camino”, indicó. Cualquier nueva senda, como una quita de deuda, haría “difícil” mantener las ayudas europeas a Atenas. La dureza de Schäuble con Grecia viene de lejos: “Vamos a darles una lección a los griegos. Nos han mentido, han abusado y les vamos a crujir”, dijo en febrero de 2010, tres meses antes del desembarco de la troika en Atenas.

Tsipras ha moderado el tono en los últimos meses, pero lo que planea —un “keynesianismo suave”, en palabras del economista Costas Lapavitsas— va contra la política económica de inspiración alemana que ha caracterizado la respuesta europea a la crisis. Syriza quiere mantener a Grecia en el euro, pero renegociar el rescate. Promete cancelar muchas medidas de austeridad, revertir los recortes en el salario mínimo, congelar los despidos de funcionarios y paralizar las privatizaciones. Y, sobre todo, reestructurar la abultada deuda griega, con el 90% en manos de los socios europeos y el FMI. “Los riesgos son limitados porque el BCE prepara un programa de compra de deuda”, destacó Mujtaba Rahman, del think tank Eurasia. “Lo que teme Berlín es un desafío a su política; una rebelión que podría extenderse a otros países del Sur”, dijo Lapavitsas. El 25-E es ya una fecha clave; tres días antes, el 22 de enero, la presión estará sobre el BCE, que podría activar su programa de compra de bonos. Enorme cuesta de enero, versión política europea.

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