El Santander amplia capital en 7.500 millones

Los dueños reclaman su herencia

Como dice el refrán español, «a rey muerto, rey puesto». El inesperado fallecimiento de Emilio Botí­n en septiembre del pasado año dejó como sucesora al frente del Banco Santander a su hija Ana Patricia Botí­n. Pero como en cualquier monarquí­a parlamentaria, también en el Banco Santander el rey reina, pero no gobierna. Lo acabamos de comprobar estos dí­as con la fulgurante y sorpresiva ampliación de capital del banco en 7.500 millones de euros.

Una maniobra por la que se alaba a Ana Patricia Botín bajo el argumento que dará mayor solidez al capital y, en consecuencia, más solvencia al banco. Alabanzas con las que se oculta, sin embargo, que la práctica totalidad de las nuevas acciones -que suponen un 10% del capital del banco- han sido destinadas a su compra exclusiva por el capital extranjero. En concreto, siete de cada diez nuevas acciones del Santander han sido adquiridas por fondos de inversión norteamericanos y británicos. Un movimiento que lleva el dominio del capital extranjero sobre el primer banco del país -y cabeza de la oligarquía financiera española- a unos niveles de control nunca vistos antes. Según las propias cuentas que ofrecen los dos mayores bancos del país, Santander y BBVA, la participación del capital extranjero en su accionariado rondaría en torno al 55%. Sin embargo, otras fuentes ofrecen una versión muy diferente. «La ampliación de capital del Santander constituye una perfecta radiografía de la sumisión y el servilismo de nuestra oligarquía»

El pasado mes de abril de 2014, la agencia Bloomberg -uno de los canales de información financiera más extendidos y prestigiosos en el mundo de las altas finanzas mundiales- concluía, según su propia recopilación de datos, que el capital extranjero controla el 95% de la acciones del Santander y el 85% de las del BBVA.

En ambos caso, los fondos norteamericanos son, con diferencia, los mayores accionistas de uno y otro. En el Santander con el 35,2% de las acciones. En el BBVA con el 34,4%. A más distancia le siguen los fondos franceses con un 19,3% y un 20% respectivamente. Y estas cuentas están hechas antes de la ampliación de capital por 2.000 millones de euros que hizo recientemente el BBVA para ampliar su presencia en Turquía y la actual de 7.500 millones del Santander. Por lo que la realidad a comienzos de este 2015 tiene que ser todavía superior.

La revelación de estos datos -sistemáticamente ocultados por los propios bancos y por las autoridades españoles- permite sacar sustanciosas conclusiones políticas.

En primer lugar, el grado de control y saqueo de la economía española por parte de las grandes oligarquías financieras del planeta. Si en los dos mayores bancos del país, entre el 85 y el 95% de sus acciones está en manos del capital extranjero -y por tanto ese mismo porcentaje de sus beneficios se va cada año fuera de España, a los tiburones financieros de Wall Street, Londres o París-, ¿qué no ocurrirá en el resto de la economía española? ¿Hasta donde llega el expolio de la riqueza nacional por parte de las grandes potencias imperialistas? Que haya que recurrir a informes del exterior para hacerse una mínima idea de hasta donde llega la penetración y el dominio del capital extranjero lo dice todo.

En segundo lugar, los datos sobre el accionariado de los dos mayores bancos del país ponen a Santander y BBVA -los dos supuestos buques insignia de la oligarquía financiera- en su verdadero sitio. Respecto a nosotros, el pueblo, los Botín o Francisco González aparecen como poderosos personajes, casi omnipotentes. Pero la realidad que se esconde bajo esos oropeles es que son poco más que empleados subalternos -eso sí, lujosamente recompensados- de los grandes capitalistas yanquis, alemanes o franceses. Pueden reinar en sus bancos y gestionar el día a día, en efecto, pero sólo mientras aseguren los intereses y beneficios de sus verdaderos propietarios.

Esto es lo que acaba de comprobar en los hechos Ana Patricia Botín, aunque es de suponer que estaría ya avisada de antemano.

Propietarios y acreedoresPero si nos preguntamos por la otra cara de la moneda, es decir, por los acreedores la respuesta que encontramos es prácticamente la misma. Con una deuda total situada en torno a los 240 mil millones de euros, volvemos a encontrar a los grandes bancos norteamericanos, alemanes, británicos o franceses como propietarios de la enorme deuda acumulada por el Banco Santander para su expansión internacional de los últimos 15 años. Una deuda que representa más del 274% de sus fondos propios, y que ha llevado al Banco Central Europeo, como representante del poderoso lobbie bancario anglosajón y franco-alemán, a exigir a Ana Patricia Botín una ampliación de capital que, si por un lado refuerza su poder en el banco, por otro asegura el cobro de las deudas.

Algo que reconocía sin tapujos la agencia de calificación Moody’s al valorar positivamente su ampliación de capital porque “el movimiento es positivo para los acreedores del Santander”.

Y a la que empujaba Bruselas al cambiar las normas desde el 1 de enero de este año que penaliza fuertemente la tenencia en el balance de los bancos de deuda soberana de países como Argentina, Chile, Colombia, Perú, Turquía o Venezuela. Es decir, justamente aquellos países donde la presencia de la banca española es mayor.

La aceptación por parte de Ana Patricia Botín de las exigencias de propietarios y acreedores constituye una perfecta radiografía de la sumisión y el servilismo de nuestra oligarquía. Si entregan el dominio de sus bancos y monopolios al capital extranjero, a cambio de mantenerse en sus privilegiados sillones, cómo no van a entregar el dominio del país al hegemonismo.

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