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Orgullosa de mi voto a UPyD

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Estas pasadas fiestas como es habitual nos hemos reunido en la mesa familiares y amigos con los que por distintas razones nos es difícil tratar a lo largo del año. Como también es costumbre en mi familia, y supongo que en muchas otras, algunas de estas conversaciones familiares han acabado derivando a hablar de la situación política que vive nuestro país. «Seis años después de aquello, nuestro pequeño grano de arena parece que ha contribuido a atascar seriamente los engranajes del bipartidismo»

Soy lectora de sus publicaciones desde hace muchos años porque coincido con bastantes de sus planteamientos (aunque no con todos), que por lo general me parecen acertados por ser fruto de esforzarse en tratar de comprender y explicar las causas últimas de los problemas que padecemos, y no quedarse simplemente, como la mayoría de medios de comunicación, en describir sus síntomas.

Me ha llamado la atención que en el curso de las discusiones haya aparecido varias veces (y dicho por personas distintas) un argumento que, la verdad, me ha tocado el orgullo personal.

Al referirme yo a uno de sus artículos para argumentar mis dudas sobre la capacidad de Podemos para abordar ellos solos el cambio tan de raíz que necesitamos, uno de los argumentos que he recibido en varias ocasiones podría resumirse así: “pero si estos de UCE son los que se alinean con la derecha y con el españolismo, porque pidieron el voto para Rosa Díez”.

Vaya, pues resulta que me ha pasado como al personaje ese de Moliere que descubrió asombrado que llevaba 40 años hablando en prosa sin saberlo. Después de vivir 40 años en una familia de izquierdas y comunista, ahora acabo de enterarme de que soy de derechas y españolista. Porque en las elecciones de 2008 me convencieron los argumentos de su campaña pidiendo el voto a Rosa Díez y se lo di. ¿Y ahora resulta que según alguna gente he dado mi voto a la derecha y al centralismo españolista? La verdad, no lo creo en absoluto.

Más bien pienso todo lo contrario. A ver, situémonos un poco, no sea que o yo me haya despistado o ellos hayan vivido en un país distinto. Marzo de 2008. El bipartidismo PP-PSOE, monopolizando el 84% de los votos, tiene secuestrada la democracia. Ha aparecido un nuevo partido, UPyD, surgido de gente del PSOE vasco e intelectuales progresistas que habían sido los abanderados de la rebelión democrática contra el fascismo de ETA aquí en Euskadi. Y que se propone regenerar la política española, romper el bipartidismo, reformar la ley electoral y la Constitución para hacerlas más democráticas y participativas. ¿Derecha, españolismo? No lo vi entonces ni lo veo ahora por ningún lado.

Más bien pienso que con mi modesto voto, junto al de algunos cientos de miles de personas más, contribuimos al movimiento que empezó, poco a poco, a abrir grietas en el modelo bipartidista. Y me siento orgullosa de ello. Ahora echar pestes del bipartidismo está de moda. Y me parece muy bien, a ver si al fin conseguimos acabar con él.

Pero que no me vengan con monsergas. Porque yo tengo muy claro que mientras algunos que hoy despotrican de la casta del bipartidismo, en 2008 escribían una tesis doctoral diciendo que “Zapatero se ha convertido en un referente progresista mundial”, otros le negábamos el pan y la sal para dar nuestro humilde voto a una minúscula fuerza recién nacida que salía de forma valiente a pelear contra el bipartidismo. Y seis años después de aquello, nuestro pequeño grano de arena parece que ha contribuido a atascar seriamente los engranajes del bipartidismo.

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