SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Euskadi y Cataluña, la debacle del PP y del PSOE

La encuesta electoral de El Correo de Bilbao del pasado fin de semana –periódico con una acreditada trayectoria de aciertos prospectivos– es de escalofrío para el Partido Popular y el Partido Socialista de Euskadi. Según el sondeo del diario, los populares pierden en las tres diputaciones vascas y en las tres capitales de la comunidad la mitad de su actual representación, y los socialistas bastante más de un tercio. Así sucede en las Juntas Generales de Vizcaya, en las que el PSE se quedaría en seis apoderados perdiendo tres y el PP en cuatro perdiendo otros tantos. Ocurre lo mismo en las de Guipúzcoa, aunque el descenso de los socialistas es más leve que el del PP, cuya presencia sería marginal (2 apoderados). Y en Álava, el desastre: el partido de Rajoy perdería 9 apoderados en las Juntas Generales que ahora domina, reduciendo su presencia a sólo 7, con un bajonazo menos notorio para los socialistas que, sin embargo, se dejan un tercio de su representación.

En las capitales ocurre tres cuartos de lo mismo. En Bilbao el PP y el PSE se quedan con tres concejales cada uno (de un total de 27); en San Sebastián los conservadores quedan mermados a la mitad (tendrían sólo 3 concejales) y en Vitoria el PP debería olvidarse de la alcaldía –además de la Diputación Foral– porque se queda en sólo seis ediles de los nueve que le servían para gobernar. Los socialistas también descienden en las tres ciudades vascas de manera homogénea: decae un tercio de su representación en los consistorios municipales. Juntas Generales, de las que sale la formación de las Diputaciones Forales (son la hacienda de cada territorio, no se olvide) y Ayuntamientos, son en el País Vasco la base del poder de una comunidad confederal. Cada territorio, con independencia de su demografía, envía al Parlamento vasco 25 representantes y también en las autonómicas, el PSE perdería 6 de sus 16 escaños y el PP nada menos que 4 de los 10 de que ahora dispone, todo ello según el Euskobarómetro del pasado mes de diciembre, dirigido por el catedrático Francisco Llera Ramos.

Las razones del desplome de los dos partidos nacionales tiene que ver con la irrupción de Podemos –que lima voto al PSE pero también a EH-Bildu y a antiguas bolsas que apoyaban a Ezker Batua-Izquierda Unida– pero no sólo eso. Euskadi es muy representativa de las tendencias generales de voto en el conjunto de España y adelantaría –como ha venido ocurriendo desde hace décadas– los malos resultados conservadores en los comicios locales y autonómicos. Por otra parte, el PNV se ha ido zampando a las clases medias urbanas vascas por abandono del PP, por su falta de presencia y por su crónica ausencia de autonomía para diseñar allí políticas a la medida de su electorado. La percepción de que los populares no han conectado emocionalmente con las víctimas del terrorismo es allí un estado de opinión casi irreversible entre los conservadores.

En Cataluña no hay datos demoscópicos tan precisos para un diagnóstico, pero yendo a la prospección de lo que ocurriría en las autonómicas del 27 de septiembre de 2015 –si llegan a celebrarse, que está por ver– podría tomarse como referencia la encuesta de diciembre de 2014 del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, que no está demasiado alejada en sus pronósticos de otras anteriores de distintas fuentes. El PSC pasaría de disponer en el Parlamento catalán de los 20 escaños que ahora tiene a mantener sólo 13 o 14. Por su parte, el PP se viene abajo: pasaría de los 19 actuales a disponer de una horquilla de entre 11 y 13. De nuevo aquí ocurre algo parecido a Euskadi: irrumpe Podemos, pero el PSC paga carísimo su desmembramiento y su protagonismo en la causa –los tripartitos de Maragall y Montilla– de la situación actual allí y el PP la falta de implementación de políticas que retengan a su electorado, que migraría fundamentalmente hacia la opción de Ciudadanos.

A reserva de lo que ocurra el día 22 de marzo en Andalucía, el País Vasco y Cataluña mostrarían un escenario político tras las municipales de mayo casi inédito por la escasísima representación de los partidos nacionales (en el caso de Euskadi) y del PSC, federado con el PSOE (en Cataluña). Esta carencia adelanta una gravísima falta de presencia del Estado, que pierde su funcionalidad en aquellas comunidades en las que la hegemonía del discurso nacionalista –siempre a un centímetro de las tesis separatistas, abiertamente independentista en Cataluña– es casi absoluto. Ni la izquierda ni la derecha españolas han sabido contrarrestarlo ni el Estado, a través de sus diferentes políticas, mantener allí su vigencia y ejercer visiblemente sus competencias.

¿Qué partidos van a vertebrar la unidad constitucional de España si los conservadores y los socialistas se desploman en los epicentros de los secesionismos que padece el país y que amenazan al Estado? De momento, no hay respuesta. Sólo cabe fiar la cohesión social y política de España no ya al propósito voluntario de vivir juntos, sino al entramado de intereses que hacen de la unidad una mera conveniencia reforzada por nuestra pertenencia a la Unión Europea.

Cuando el PP –y, a veces, el PSOE– se atribuyen el mérito de vertebrar España, habría que remitirles a un serio examen de conciencia. ¿Qué han hecho en el País Vasco y Cataluña para que sus respectivos electorados los expulsen a los márgenes de sus sistemas autonómicos y queden así precariamente custodiados los valores constitucionales? La irrupción de Podemos no lo explica todo. También hay que aludir a la incompetencia, la pereza, la ignorancia, la cobardía y la ausencia de proyecto. Que nada tienen que ver ni con la prima de riesgo ni con los objetivos del déficit. Sino con políticas tecnocráticas sin hálito político (caso del PP) o a crisis internas (caso del PSOE) que consumen las energías en las disputas domésticas.

Deja una respuesta