SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Se buscan candidatos/as

En plena renovación de caras en la política española, ¿es posible presentar un cartel electoral con Rita Barberá o Esperanza Aguirre?. El PP defiende que el auto deja claro que Barberá es “inatacable” por el caso Nóos

Se buscan candidatas, candidatos. Sangre fresca, caras nuevas. Que a ser posibles sean jóvenes o, en su defecto, políticamente inexpertos. Que hayan desarrollado una actividad profesional ajena a la política. Que tengan una profesión a la que regresar. Que estén de paso. Que sean independientes, sin carnet, o de militancia discreta. Por supuesto, absténganse aparateros. Que sean nuevos, pero no desconocidos: que sean populares. Mediáticamente populares. Con muchos seguidores en redes sociales. Tertulianos son bienvenidos. Si son fotogénicos, telegénicos y sonríen al hablar, puntúa doble.

Mientras las nuevas fuerzas políticas subrayan el perfil ciudadano de sus candidatos, los partidos tradicionales renuevan a toda prisa la cartelería electoral para no quedarse atrás, tirando de fondo de armario o saliendo a buscar caras nuevas. En el caso del PSOE, cambió a su líder hace meses, y no se descarta que lo vuelva a cambiar antes de acabar el año. Los ciudadanos piden renovación. El discurso de la nueva política contra la vieja política triunfa. Mensaje recibido, dicen los partidos. Otro día con más tiempo discutimos cuánto hay de maquillaje en toda esta renovación de nombres.

En las venideras elecciones andaluzas, ninguno de los candidatos se presentó como cabeza de lista en las anteriores autonómicas. En Madrid, los que ya se conocen para los sillones de Cibeles y Sol son todos nuevos. O no tanto, pero al menos lo parecen. En el resto de España, mucho recién llegado. En cuarenta años nunca habíamos visto tantas caras nuevas juntas. Tantos nombres que aprendernos, acostumbrados como estábamos en municipios y comunidades a gobernantes y líderes de la oposición que se mantenían diez, quince o más años.

Sin embargo, el PP se resiste. Ha renovado portavoces, en las instituciones y en las tertulias, pero en las listas electorales no está tirando mucho de banquillo ni fichando fuera. La casi totalidad de alcaldes y presidentes en ejercicio repetirán, algunos con varios lustros encima.

En el caso de Madrid y Valencia, Rajoy se lo está pensando mucho. O más bien retrasándolo, para que haya menos tiempo y así envejezcan menos su ya de por sí envejecidos candidatos. ¿Es soportable a estas alturas un cartel con la cara de Rita Barberá colgando de las farolas de Valencia (el cartel, no ella)? ¿Es posible presentar a Esperanza Aguirre como candidata al ayuntamiento de Madrid, como si tal cosa? En ambos casos, décadas de coche oficial y aparato de partido las contemplan, pero también demasiadas sospechas sobre su gestión. Por si no estuviesen bastante envejecidas y desgastadas, el furor renovador que las rodea las hace más viejas, más gastadas.

Incluso para los votantes populares más fieles, ver a estas alturas una papeleta encabezada por Barberá o Aguirre es como encontrarte una foto tuya de otro tiempo, que te da risa o te avergüenza, pero que no quieres que nadie vea. Un recuerdo de que una vez les votaste, cómo fuiste capaz.

¿Por qué estaría dispuesto Rajoy a enfrentar a sus votantes a esa prueba de fidelidad extrema: tener que votar otra vez a Barberá o a Aguirre? Pues porque el presidente tiene que medir bien hasta dónde renueva, ya que pretende presentarse él mismo a las próximas generales. Imagínenlo si no, en el centro de una foto de familia llena de caras nuevas, jóvenes, sin mucho pasado. Y él ahí, envejecido, gastado, sucio.

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