EEUU espió a los tres últimos presidentes franceses

Micrófonos en el Eliseo

Bajo el tí­tulo «Espionnage Elysee», Wikileaks ha vuelto a publicar archivos secretos que han agriado las relaciones diplomáticas entre Washington y Paris. Los cables, que provienen directamente de reportes de inteligencia secretos y documentos técnicos de la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU), revelan cómo entre 2006 y 2012, la inteligencia norteamericana espió a los presidentes de Francia Jacques Chirac, Nicolás Sarkozy y Franí§ois Hollande, y a otros miembros de sus gobiernos.

No es la primera vez que las filtraciones sobre archivos secretos del espionaje norteamericano ponen a la Casa Blanca en un aprieto diplomático. Hace pocos meses, el ex-agente de la NSA Edward Snowden -perseguido por la justicia estadounidense y refugiado en Rusia- aireaba un caso similar que revelaba las escuchas a la canciller alemana Angela Merkel, lo cual provocó no pocas fricciones con Berlín. Y en 2013 se conoció que Washington también espiaba a la presidenta brasileña Dilma Rousseff.

¿Y para qué espiaba la NSA a Francia de 2006 a 2012? En aquellos años el Departamento de Estado estaba muy interesado en conseguir información sobre la estrategia francesa sobre Oriente Medio, su posición ante la crisis griega y, muy especialmente, la evolución de las negociaciones comerciales entre Francia, sus aliados europeos y su ‘amigo’ norteamericano. Para EEUU era esencial que la forma en la que París lidiaba con la crisis económica no fuera en perjuicio de sus intereses.«Espiar -por supuesto, también a aliados y «amigos»- es vital para poder intervenir.»

También fueron seguidas de cerca las acciones militares del presidente Sarkozy en la guerra de Libia o la intervención militar de Francia en Mali liderada por Hollande. Cuando los vasallos están defendiendo los intereses de la superpotencia por el mundo, es normal que el emperador observe su desempeño, oculto entre bambalinas, y que se cuide de que sus objetivos se cumplen de acuerdo a sus proyectos.

Los cables detallan como entre 2004 y 2005 los técnicos estadounidenses de la NSA instalaron en la azotea de su embajada en París una estación de telecomunicaciones, camuflada bajo una lona donde se habían dibujado ventanas. No estaban muy lejos de su objetivo. La embajada norteamericana en París está ubicada en el mismo barrio que el Eliseo y que la sede del palacete donde trabaja el Primer Ministro francés. Pero los micrófonos también han tenido trabajo. Las informaciones revelan que los miembros del gobierno Hollande también han tenido pinchados sus teléfonos.

El enfado de la opinión pública francesa ha sido sonado, y el del Eliseo, en apariencia también. Las revelaciones han provocado una disculpa formal del Despacho Oval, en la que Obama ha reiterado a Hollande que han cumplido con el compromiso que hicieron al gobierno francés a finales de 2013 y que “no están interceptando y no interceptarán las comunicaciones”. Algo que resulta difícil de creer, con la crisis griega abriendo las contradicciones entre EEUU y Alemania, el enconamiento de la tensión con Putin en el este europeo y las negociaciones del TTIP abiertas en canal. EEUU tiene muchas contradicciones importantes que atender en Europa como para actuar a ciegas, sin el privilegio de la información sensible que le proporcionan sus servicios de inteligencia acerca los movimientos, intenciones e intenciones de rivales, aliados y vasallos. Espiar -por supuesto, también a los «amigos»- es vital para poder intervenir.

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