Propuesta de Alberto Garzón tras el 20-D

¿A quién le interesa «liquidar» IU?

Tras los resultados del 20-D, para Alberto Garzón y el equipo dirigente de Izquierda Unida vinculado a él «ha llegado el momento de alumbrar una nueva organización polí­tica» que deje atrás las estructuras rí­gidas y burocráticas y supere una herramienta, IU, que consideran agotada y que, según su visión, «no responde a las necesidades del nuevo tiempo polí­tico».

Cada vez que un revolucionario oye la idea de que “es el momento de repensar la izquierda” tiene razones más que suficientes para echarse a temblar.

Bajo esta misma bandera, “repensar la izquierda”, se produjo la liquidación, a principios de los años 80, de algunas de las organizaciones marxistas-leninistas más importantes de toda Europa: el Partido del Trabajo de España (PTE), la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) o el Movimiento Comunista de España (MCE). Para quienes, por razones de edad, no tienen memoria de este período reciente de nuestra historia, bastará decir que estas tres organizaciones sumaron cerca de medio millón de votos en las elecciones de marzo de 1979. Casi tres veces más votos de los que entonces obtenían fuerzas como Herri Batasuna, ERC o el BNG. «Casi un millón de votantes que no comulgan con que la izquierda acepte el estatus quo impuesto por el hegemonismo yanqui a nuestro país»

Sus decenas de miles de militantes fueron convocados por su direcciones a repensar si la izquierda podía seguir funcionando como hasta entonces, repensar la validez de la teoría marxista, repensar si la organización en que militaban respondía a las necesidades del nuevo marco político abierto por la llegada de la democracia.

El resultado, por todos conocido, fue la eliminación de un plumazo, de la noche a la mañana, de uno de los contingentes revolucionarios más valiosos de la España de la transición. En apenas unas semanas o meses miles de militantes comunistas fueron, literalmente, abandonados por su organización, que no les ofrecía más alternativa que integrarse en los nuevos movimientos ecologistas, feministas o pacifistas que habían pasado, según ellos, a sustituir a la clase obrera como sujeto de la revolución y al marxismo como guía ideológica y política.

En nombre de “crear una nueva fuerza para una nueva civilización” se liquidó todo el patrimonio comunista y revolucionario en lo teórico, lo ideológico, lo político y lo organizativo construido en los duros años de la lucha contra el franquismo. De la “nueva fuerza” que sus dirigentes dijeron que había que construir para tomar el relevo a unas “rígidas” organizaciones marxistas-leninistas nunca nadie supo nada. A la “nueva civilización” que iba a superar al imperialismo como fase superior del capitalismo todavía la estamos esperando.

Y todo en nombre de “repensar la izquierda” en lugar de afrontar con honestidad autocrítica revolucionaria y un análisis científico los resultados electorales.

Así, para lo que para muchos dirigentes de IU es un catástrofe, la reducción de sus diputados a dos, tiene sin embargo un aspecto enormemente positivo que, si ellos no ponen en valor, para nosotros sin embargo sí lo tiene.

Que en medio de una auténtico tsunami orquestado por los grandes medios de comunicación para posibilitar que Podemos pudiera fagocitar o colocar bajo su órbita a todas las fuerzas a su izquierda, más de 900.000 electores se hayan negado conscientemente a dar su voto a una organización que presenta como candidato a un JEMAD responsable de la participación española en la agresión contra Libia, es un capital político de un valor incalculable. Quien no quiera o no sepa verlo está preso de una miopía política cercana a la ceguera.

Casi un millón de votantes que no comulgan con que la izquierda acepte el estatus quo impuesto por el hegemonismo yanqui a nuestro país, no cuestionando ni la OTAN ni la presencia de las bases. Un millón de votantes que no creen que el comunismo haya muerto ni que pertenezca a un mundo político que ha desparecido.

Que Alberto Garzón afirme ahora que “el camino es el modelo catalán y gallego”, un camino suicida que le ha privado a IU de los diputados obtenidos en los dos territorios, entregándoselos a Podemos e impidiéndole formar grupo parlamentario propio, o incluso planteando la posibilidad de renunciar tras 30 años a las siglas de IU, en el camino de “una confluencia de izquierdas”, es tan sorprendente como desconcertante para sus propios afiliados y votantes.

Afiliados y votantes que tendrán siempre en nuestro partido, Unificación Comunista de España, una referencia avalada por una trayectoria de más de 40 años en defensa del comunismo y del marxismo-leninismo, de aplicación de una política revolucionaria y antiimperialista.

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