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Regresa el ‘catalí  emprenyat’

Explica Gaziel en su gran crónica del Sis d`Octubre, un texto que deberí­a figurar entre las lecturas de los escolares catalanes, que en el momento más confuso del fracasado levantamiento de la Generalitat republicana, de madrugada, la radio se puso nerviosa y comenzó a emitir unas proclamas cada vez más encendidas y sentimentales, intercaladas con canciones, himnos y sonatas populares.

Explica Gaziel en su gran crónica del Sis d’Octubre, un texto que debería figurar entre las lecturas de los escolares catalanes, que en el momento más confuso del fracasado levantamiento de la Generalitat republicana, de madrugada, la radio se puso nerviosa y comenzó a emitir unas proclamas cada vez más encendidas y sentimentales, intercaladas con canciones, himnos y sonatas populares. Puesto que la discoteca era limitada –1934–, las piezas se iban repitiendo, mientras el ‘speaker’ anunciaba que la situación se hallaba bajo control de la Generalitat, cuando en realidad Lluís Companys ya estaba negociando la rendición con el general Batet, y el conseller de Governació, Josep Dencàs, el hombre de la ‘estelada’, preparaba la fuga.

(Un dato poco conocido sobre el ‘heroico’ Dencàs, que acabó en tratos con los fascistas italianos: a media tarde del día 6 de octubre de 1934, Companys le ordenó por escrito que arriase la bandera independentista de la sede de la consejería, puesto que no se iba a proclamar la secesión de Catalunya, sino “l’Estat català dins la República Federal Espanyola”. Hay que recordar que el pronunciamiento catalán estaba coordinado con el levantamiento de Asturias, propiciado a su vez por el PSOE y la UGT, incluido Indalecio Prieto, cuya voz era dominante en el sindicato minero asturiano. Estat Català, partido al que pertenecía Dencàs, quiso convertir el pronunciamiento en una acto de secesión, a lo que se negó Companys con su proclama federal. El 6 d’Octubre fracasó principalmente por la negativa de la CNT, entonces hegemónica entre los trabajadores catalanes, a convocar la huelga general).

Gaziel, seudónimo del periodista Agustí Calvet, cuenta en su crónica (‘La Vanguardia’, 9 de octubre de 1934), que las últimas canciones emitidas fueron ‘Els pescadors’, de Clavé, ‘Les fulles seques’, de Morera, ‘Els segadors’, ‘La marsellesa’ y ‘La santa espina’. Al cabo de poco se anunciaba la capitulación.

A lo largo de la jornada de ayer, algunas cuentas de la red social Twitter, el dispositivo digital que mejor canaliza la excitación política –también el ingenio, también el delirio–, parecían reproducir en formato posmoderno las horas alucinantes que el mejor periodista catalán de todos los tiempos vivió pegado a un aparato de radio en su casa de Vallvidrera una noche de octubre de hace más de setenta años. Proclamas, consignas inflamadas, moralina, mucha moralina, reproches, algunos insultos, llamamientos urgentes, “volem acord, volem acord!”, mientras la legislatura que tenía que proclamar la independencia de Catalunya en sólo 18 meses giraba en el remolino del desagüe.

Hubo anoche algunas manifestaciones para apremiar el acuerdo y en la que tuvo lugar frente a la catedral de Barcelona reapareció el personaje más característico de los últimos diez años en Catalunya. El ‘català emprenyat’. (El catalán cabreado). Unos manifestantes pedían acuerdo a secas. Otros exigían que Artur Mas dé un paso atrás. Primeras escaramuzas electorales. Todos coreaban: “Volem acord, estem emprenyats!”. Escena mediterránea. Melodramática, teatral, con toques dalinianos. En las embajadas extranjeras en Madrid están sorprendidos. Algunos se lo habían tomado al pie de la letra.

En esta hora confusa hay mucha gente de buena fe en Catalunya que se halla sinceramente dolorida. Quisieron creer que las fronteras interiores de la Unión Europea pueden ser modificadas en un ambiente de fiesta mayor. Bastaría con cuatro manifestaciones, magníficas, enormes y admirables, sin un cristal roto, para remover los lindes de un imperio en crisis, amenazado por la versión más salvaje del terrorismo islámico, con una guerra silente que ya ha costado más de seis mil vidas en el frente oriental (Ucrania) y con un serio riesgo de deserción en el frente occidental (Gran Bretaña).

No podía ser, no ha podido ser y no va a poder ser. Hubo gente que lo advirtió, sin insultar a nadie. No va a poder ser, porque la mayoría de la sociedad catalana no está convencida de ese camino, como quedó de manifiesto el 27 de septiembre. Después del espectáculo de estos días, todavía menos. Son horas tristes para mucha gente que no ha actuado con cinismo.

Hoy en Barcelona se pelea por no aparecer como el culpable del fiasco. Y pronto empezará el más espeso combate de judo entre CDC y ERC. De hecho ya ha empezado. Tema: mantener o no la coalición Junts pel Sí ante la repetición electoral de marzo.

Catalunya tiene fuerza para sacudir la política española, no para romperla. No hay mayoría en Catalunya para romper nada; sí la hay para suscitar un gran debate en España. Ese debate ya forma parte de la nueva dialéctica, alumbrada el 20 de diciembre. Estamos ante un tiempo político nuevo. Los partidos catalanes saben que la situación debe ser reconducida hacía el pacto. ERC lo quiere hacer encabezando una mayoría de izquierdas con los Comunes y Podemos, en la que podría llegar a estar el PSC. Artur Mas, quiere evitarlo con la Jaula de Faraday llamada Junts pel Sí, para que el centro siga al frente. Esto es lo que hay. Los partidos están en el ‘secreto’ y muchos de sus votantes siguen estando en el ‘sentimiento’.

Ha habido tal inundación de sentimentalismo político en Catalunya, que de entre las aguas, de entre la confusión, el enredo y la comicidad, resurge ahora el ‘català emprenyat’.

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