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El riesgo de una alta abstención ensombrece el examen de junio

Las elecciones del 20 de diciembre del 2015 mostraron una España enfadada, nerviosa y politizada. Regresaba el interés por la polí­tica, muy especialmente entre los jóvenes: entre los hijos de la larga etapa del bienestar. Más de 25 millones de personas acudieron a votar. Una participación del 73% «casi tres puntos más que en 2011» daba fe de un nuevo clima civil, en plena resaca de la más dolorosa crisis económica que ha sufrido el paí­s desde el plan de Estabilización de 1959.

Las elecciones del 20 de diciembre del 2015 mostraron una España enfadada, nerviosa y politizada. Regresaba el interés por la política, muy especialmente entre los jóvenes: entre los hijos de la larga etapa del bienestar. Más de 25 millones de personas acudieron a votar. Una participación del 73% –casi tres puntos más que en 2011– daba fe de un nuevo clima civil, en plena resaca de la más dolorosa crisis económica que ha sufrido el país desde el plan de Estabilización de 1959.

Atropelladamente, los españoles regresaban a la política ante el calamitoso final de la fiebre especulativa. Los resultados del 20 de diciembre –alta participación, intenso voto urbano de protesta, fuerte irrupción de dos partidos nuevos, de marcado sesgo generacional– pusieron en crisis la teoría sociológica según la cual España es un país de demócratas relativamente despolitizados. En diciembre del 2015, España mostró pasión por la política. ¿Mantendrá esa misma tónica el 26 de junio del 2016?

Esta es hoy la preocupación de todos los partidos ante el definitivo fracaso de las negociaciones para la formación de Gobierno y la repetición de las elecciones. En plena apoteosis de la información instantánea, los próximos dos meses se harán eternos.

¿Cuánto bajará la participación? Esta puede ser la clave de junio. Los estrategas del Partido Popular estiman que la afluencia a las urnas podría descender unos seis puntos, quedando ligeramente por encima del 65%. Si el partido gubernamental consigue retener a sus votantes de diciembre, seis puntos más de abstención le puede beneficiar claramente. Si el PP lograse superar la barrera de los 130 escaños, las posibilidades de formar gobierno aumentarían notablemente, bien con el apoyo de Ciudadanos, bien forzando al PSOE a la gran coalición, alianza que el actual grupo dirigente socialista jura y perjura que no firmará en su vida. Con más de 130 escaños, Mariano Rajoy podría asegurarse la presidencia del Gobierno. Se trata de convencer a los españoles de que en junio conviene un voto de estabilidad y orden, después de la excursión de diciembre por las praderas de la protesta. Por ello, el PP insiste en caracterizar la repetición electoral como una “segunda vuelta”.

Rajoy reivindicó ayer su estrategia de mineralización. Se trataba de esperar, “sin aspavientos, ni angustias”, a que la izquierda fracasase. El presidente en funciones afirmó que es mejor la repetición de las elecciones, que “un Gobierno a la valenciana”, tomando prestada una expresión que suele utilizar Pablo Iglesias. Curiosa incursión de Rajoy en el campo semántico podemista.

Desazón entre los socialistas, con fuertes y constantes reproches a Podemos. Las próximas semanas pueden ser escenario de una auténtica batalla campal entre las dos izquierdas. Los socialistas no logran acostumbrarse a la existencia de un partido potencialmente fuerte a su izquierda. No tienen memoria histórica de lo que ello significa, puesto que Felipe González logró merendarse al PCE entre 1977 y 1982. La veterana intelectualidad socialdemócrata lleva muy mal que el fenómeno Podemos haya surgido sin su permiso.

A su vez, la sombra doliente de Julio Anguita planea sobre parte del grupo dirigente de Podemos –con la significativa excepción de Íñigo Errejón–, influjo que puede verse incrementado por la casi segura alianza con Izquierda Unida. Podemos aspira a superar al PSOE. Y la sombra de Anguita colorea esa legitima aspiración con el deseo de pasar cuentas del pasado. No es probable que los electores vayan a votar en junio del 2016 pensando, por ejemplo, en los desgarros que el referéndum sobre la OTAN provocó en la izquierda española hace 30 años. La batalla campal de las dos izquierdas podría convertirse en una fabrica de abstencionistas.

Pedro Sánchez sorprendió ayer con una petición pública de disculpas a Rajoy por haberle llamado “indecente” durante el debate televisado que ambos mantuvieron durante la campaña electoral de diciembre. Sánchez dijo ante los micrófonos de la Cope que se “equivocó”. Un gesto significativo.

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