Elecciones EEUU

Las reglas de oro de la superpotencia

La disputa entre Hillary Clinton y Donald Trump, concentra toda la atención mediática. De quien gane dependerá la lí­nea de actuación de la superpotencia norteamericana en los próximos años. Pero en EEUU también existen polí­ticas de Estado, por encima de presidentes y gobiernos, que se corresponden con los intereses de conjunto de toda la burguesí­a norteamericana. Dirigidas, en primer lugar, a salvaguardar una hegemoní­a mundial que permite al gran capital estadounidense imponer su dominio sobre todos los pueblos y naciones del planeta. Existen importantes diferencias en la polí­tica desarrollada por Obama frente a Bush, como antes entre Reagan y Carter. Pero todos ellos, y las lí­neas distintas que representan, se han movido obligatoriamente dentro del marco general que marcan las reglas de oro de la hegemoní­a norteamericana.

La única superpotencia

Centrar toda la atención en las diferencias entre Clinton y Trump es perder de vista lo esencial. Que EEUU es la única superpotencia, y que mantener esa hegemonía frente al resto de países y pueblos del mundo es el aspecto determinante que explica todas sus actuaciones.

El pensamiento dominante en buena parte de la izquierda afirma que nos enfrentamos al “avance del neoliberalismo” o a la “dictadura de los mercados” de un capital mundializado y sin patria.

Pero los datos son concluyentes: las 11 mayores empresas del mundo por capitalización bursátil son norteamericanas; de los 100 principales monopolios del planeta, más de la mitad (54) son estadounidenses…

No existe ningún capital mundial… y sí una hegemonía del gran capital norteamericano.

EEUU es el mayor explotador mundial y la principal fuerza de agresión y guerra. Ha formado un gran imperio mundial sin precedentes en la historia, y las demás potencias imperialistas, sin excepción, han quedado relegadas a la posición de países de segundo o tercer orden.

En el terreno económico, EEUU es el primer país por volumen de PIB del mundo, con 16,8 billones de dólares, muy por delante del segundo (China, con 9,2 billones), y por encima de la suma de las otras cinco potencias imperialistas (Japón, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia). «El objetivo estratégico de EEUU es salvaguardar su hegemonía y someter a los pueblos y países del mundo entero»

El capital norteamericano controla el 34% de todos los activos financieros invertidos en el exterior, una cifra superior a la suma de todos los países de la UE. Y el mantenimiento de un sistema monetario mundial con el dólar norteamericano como núcleo le permite a EEUU influir directamente sobre el 60% de las reservas de los bancos centrales, el 50% de los mercados de capitales, el 45% de todos los créditos mundiales y el 85% del comercio global.

En el plano político, EEUU mantiene un sistema de alianzas global que le permite intervenir en las principales regiones del planeta como un actor “interno”. A través de sus mecanismos de intervención política, EEUU desestabiliza países (Venezuela, Brasil, Argentina,…), derriba y acosa regímenes hostiles a su hegemonía (Libia, Siria, Corea del Norte, Birmania,…), promueve golpes de Estado (Egipto, Paraguay, Honduras,…), espía a sus aliados (Alemania, Francia, Japón,…), derroca gobiernos legítimamente elegidos (Ucrania, Georgia,…) y controla férreamente a las élites dependientes que le aseguran el control de los países dominados.

En el plano militar, EEUU dedica cada año más dinero a gastos militares que la suma de los 15 países que le siguen en el ránking. Su sistema de alianzas militares, desde la OTAN hasta los tratados de seguridad con infinidad de países se extienden por el globo. Como afirma el propio Pentágono, en la actualidad EEUU tiene desplegadas una cantidad de fuerzas militares fuera de sus fronteras como nunca antes en su historia. Cuenta con más de 1.000 bases repartidas por todo el mundo donde actúan más de 250.000 militares norteamericanos. En 63 países tiene instaladas bases, en otros 93 cuenta con presencia militar directa y sólo 45 países de los más de 200 reconocidos por la ONU están libres de la presencia militar yanqui. La distancia en alta tecnología militar con sus rivales es sideral.

Una hegemonía en un declive imparable

Esta es la realidad del mundo actual, la de una hegemonía mundial que EEUU debe conservar… pero en unas condiciones cada vez más difíciles.

En 1960, EEUU suponía el 39,8% del PIB mundial, ahora apenas representa el 22,7%. Hace 16 años el G-7 (las siete principales potencias imperialistas, todas ellas supeditadas a EEUU) concentraban el 65,9% de la riqueza mundial. Una cifra que ha disminuido hasta suponer solo el 46,6%.

Mientras que el peso de los países del Tercer Mundo dentro del ránking de los 35 países con mayor volumen de PIB se ha casi duplicado en las últimas dos décadas, pasando del 15,6% del total mundial al 27,7%.

Una tendencia encabezada por China, pero que incluye también el crecimiento de países como Brasil, India, Sudáfrica…

Siempre que hay opresión, hay rebelión. Y las agresiones de la superpotencia norteamericana han conducido a un resultado contrario al que Washington aspiraba, acelerando el despertar de la lucha de los pueblos, cuyos avances socavan y debilitan la hegemonía estadounidense.

En los años 70 la ofensiva norteamericana contra los pueblos les llevó a la guerra de Vietnam. Y fue la lucha de los pueblos de Vietnam, Laos o Camboya la que derrotó a la hasta entonces imbatible superpotencia norteamericana, colocándole a la defensiva estratégica.

Tras el 11-S, la ofensiva que buscaba imponer una auténtica “dictadura terrorista mundial” bajo el dominio militar norteamericano, se estrelló contra las inesperadas derrotas en Afganistán o Irak.

Mientras el campo de dominio norteamericano se sumía en la mayor crisis desde el crack del 29, muchos países del Tercer Mundo, en Asia, Hispanoamérica o África, gracias al mayor margen de autonomía conquistado, mantenían su crecimiento, arrebatando a EEUU el control de importantes porciones de la riqueza mundial.

Esta tendencia (al retroceso norteamericano y al avance del Tercer Mundo) ha agudizado la contradicción principal que enfrenta la superpotencia norteamericana: cada vez tiene menos peso en el reparto del poder económico mundial, pero precisamente por eso se ven obligados a aumentar desproporcionadamente los gastos de la ingente maquinaria política-militar que necesita para salvaguardar su hegemonía.

Acelerando con ello un declive imperial que socava las mismas bases de la hegemonía norteamericana.

Un objetivo estratégico, tres campos de batalla

Pero la aceleración de su declive, que nadie, ni los propios estrategas norteamericanos, niegan, no significa que EEUU haya dejado de ser la única superpotencia.

El hegemonismo norteamericano es aún muy poderoso militarmente, domina vastas regiones del planeta, tiene intereses creados en los cinco continentes, sostiene un amplio sistema de alianzas políticas, militares y económicas por todo el globo y no renunciará ni a un ápice de su poder si los pueblos no le obligamos mediante nuestra lucha.

El objetivo estratégico del hegemonismo norteamericano, el que dirige todas sus actuaciones a lo largo y ancho del plantea, no es otro que salvaguardar su hegemonía y someter así a los pueblos y países del mundo entero, incluidos los países aliados de EEUU, a la esclavitud y control del capital monopolista norteamericano.

Para ello, está obligado a actuar simultáneamente en tres direcciones: Ha de sofocar o impedir las revoluciones de los pueblos; promover reconducciones más o menos violentas para “desviar, cooptar y/o controlar a los Estados” cuando éstos desarrollan políticas contrarias a sus intereses; y contener el surgimiento de rivales que puedan cuestionar su hegemonía, hoy concentrado en la emergencia china.

La inmensa mayoría de analistas o politólogos nos presentan la realidad mundial como una disputa geopolítica entre grandes potencias (ahora EEUU frente a la emergencia de China), donde los pueblos poco o nada tenemos que decir.Este es un punto de vista erróneo, y sobre todo interesado. Existen las disputas interimperialistas (entre las grandes potencias) e intermonopolistas (que enfrentan entre sí a los principales bancos y monopolios). Esta es una de las contradicciones fundamentales que mueven el mundo. Pero no es la única. También debemos tener en cuenta la que enfrenta a la burguesía y el proletariado en los países capitalistas, a los países socialistas con los países imperialistas, y a los pueblos y naciones oprimidos con el imperialismo.

Los análisis dominantes siempre eliminan justamente las contradicciones donde hace aparición la lucha de los pueblos.

La realidad es exactamente la contraria. EEUU debe en primer lugar enfrentarse a los avances de la lucha de los pueblos. Y para ello moviliza toda su capacidad de intervención y control.

En el mundo hispano, Washington intenta recuperar terreno ante el avance del frente antihegemonista, que ha convertido en aplastante minoría los gobiernos proyanquis. Primero impulsando golpes -uno abiertamente militar, otro a través de maniobras políticas- en Honduras y Paraguay. Para posteriormente apuntar hacia las piezas de caza mayor: respaldando la sustitución del gobierno de Cristina Kirchner por el encabezado por Mauricio Macri, tan abiertamente proyanqui y antipopular que ya enfrenta una respuesta social masiva; y amparando el impeachement que ha apartado temporalmente a Dilma Rousseff de la presidencia, para que Michel Temer (representante de la oligarquía local más rancia y estrechamente vinculada a Washington) ocupe su lugar.

El reciente golpe de Estado en Turquía es imposible de comprender sin la intervención norteamericana -no sabemos todavía la forma y el grado- sobre el ejército y las nutridas tramas golpistas. Con el objetivo de reconducir el rumbo de un gobierno de Erdogán con un grado de autonomía, y con intereses propios en un área tan estratégica como Oriente Medio, que chocan con los intereses norteamericanos.

Si EEUU se ve obligado a maniobrar de forma cada vez más agresiva es para intentar recuperar el terreno perdido ante el avance de la lucha de los pueblos, desde áreas como Hispanoamérica, que Washington consideraba su patio trasero, a África, con el ejemplo de una Sudáfrica convertida en miembro de los BRICS.

Pero el dominio norteamericano también se intensifica contra aquellos países que presenta como sus aliados preferentes. La imposición a los países europeos del TTIP busca multiplicar la explotación y las ganancias de los bancos y monopolios norteamericanos en el viejo continente. «El dominio estadounidense atenta contra los intereses del conjunto del planeta»

Al mismo tiempo, EEUU exige a los países de la UE una mayor participación, en primera línea, en la guerra de Siria, en el norte de África o en el este europeo. Reclamando una mayor contribución a los presupuestos de la OTAN, que deben sufragarse con nuevos recortes sociales.

La cada vez más acelerada emergencia de China es un desafío para la hegemonía norteamericana. Proyectos como la nueva Ruta de la Seda, el Banco Asiático de Infraestructuras o el Banco de Inversiones de los BRICS son un auténtico torpedo en la línea de flotación de la hegemonía financiera y monetaria de EEUU. La creciente influencia política global de China -en solitario o a través de los BRICS- juega un papel cada vez mayor en detrimento de EEUU.

EEUU intenta por todos los medios contener la emergencia china en los límites del continente asiático. Está trasladando hacia la región de Asia-Pacífico buena parte de su potencia militar. No duda en militar el Mar de China o azuzar a países como Japón contra Pekín.

Estas son las reglas de oro, los grandes retos estratégicos que enfrenta EEUU para salvaguardar su hegemonía. Y que no se reducen solo a su enfrentamiento con China. El dominio estadounidense atenta contra los intereses del conjunto del planeta. Por eso se ve obligado a intervenir en todo el mundo para impedir, frenar o reconducir la respuesta de los países y pueblos.

2 comentarios sobre “Las reglas de oro de la superpotencia”

  • Genial la recopilación de datos en los diversos planos (polí­tico, económico y militar) la hegemoní­a de EEUU queda clara. Resaltar como está hegemoní­a va en decadencia y ligar las elecciones de esta noche con el futuro que nos espera; es para estar atentos

    noche con

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