El intento de golpe de Estado en Turquí­a

Turquí­a: reconducción fallida

El pasado 15 de julio, una facción del Ejército turco intentó sin éxito derrocar al gobierno de Erdogan. No se puede entender un golpe de Estado en Turquí­a -un paí­s de la OTAN y un pivote geoestratégico de excepcional importancia- sin partir de la intervención norteamericana. El ejército otomano, y con él los aparatos fundamentales del Estado turco llevan décadas profundamente intervenidos por Washington. Pero el fracaso del golpe tiene graves consecuencias para EEUU.

Turquía no es un país cualquiera. Los analistas norteamericanos lo definen como un pivote geopolítico, una nación que por su situación geográfica, alianzas, movimientos y cambios internos, puede afectar a regiones claves (Oriente Medio) o a jugadores activos (Rusia, y en menor medida a Irán). Controla el acceso al Mar Negro desde el Mediterráneo, equilibra la proyección de Rusia hacia Europa y el Cáucaso y es el pilar sur de la OTAN.

Por ser tal su importancia, los proyectos de la superpotencia repercuten con especial intensidad en Turquía. En la Guerra Fría, el golpe militar en Turquía en 1980 fue un factor clave para fortalecer el encuadramiento en el frente antisoviético. En 1997 una amenaza militar echó de la presidencia a Necemmettin Erbakan, mentor del actual presidente Erdogan. El país otomano ha sufrido hasta cinco golpes de Estado -o reconducciones militares- en los últimos 60 años, siempre al servicio de los intereses de Washington.

Erdogan, un sultán demasiado autónomo

El gobierno de Erdogan no cuestiona la dependencia hacia EEUU, pero ha adquirido una autonomía y una proyección regional propia que choca frecuentemente con los intereses y planes norteamericanos. Erdogan ha tenido una compleja y contradictoria relación con Washington.

En plena guerra de Irak y ya bajo el mandato de Erdogan, Turquía, un país de la OTAN, denegó el permiso a EEUU para que pudiera utilizar suelo turco para invadir el norte de Irak. En la Guerra de Gaza de 2009 -dirigida por los halcones israelíes alineados con la línea Bush- la justicia turca, a instancias de Erdogan, dirigió una acusación contra los líderes de Tel Aviv por crímenes contra la humanidad, y el gobierno turco desarrolló una intensa labor diplomática en el mundo islámico para parar la guerra. Contraviniendo así una histórica relación de colaboración entre Ankara y Tel Aviv en beneficio del control norteamericano de Oriente Medio. «La autonomía del gobierno de Erdogan chocaba cada vez más con los intereses norteamericanos. Había que activar el plan para derribarlo.»

Erdogan ha establecido no pocas veces intensas y fructíferas relaciones diplomáticas con Irán, mucho antes de que Obama levantara el embargo, siendo un factor de apoyo a Teherán en la arena internacional.

La Turquía de Erdogan ha experimentado un notable ascenso y fortalecimiento económico en la última década, en buena parte por los tupidos vínculos y relaciones comerciales con la Rusia de Putin. Y aunque al principio del mandato de Erdogan Turquía “llamaba a la puerta de la UE”, tras la crisis del 2008 y el recrudecimiento del diktat alemán, Ankara decidió seguir su propia senda de crecimiento económico.

Un aliado incómodo para Washington

Los últimos años, tras el estallido de las primaveras árabes y de la guerra en Siria, el gobierno de Erdogan había recuperado cierta cercanía con la órbita norteamericana, convirtiéndose en un “aliado incómodo” para EEUU.

Los frustrados intentos de Washington de derribar el régimen de Bashar Al-Assad, así como ISIS y su avance por Irak y Siria, redimensionaron el papel de Turquía como base de operaciones de la OTAN en una región cada vez menos controlable por EEUU. Una situación complicada para Washington que se agravó tras la entra de Rusia en la guerra de Siria cambiando el signo de la misma y dando un balón de oxígeno al régimen de Damasco. En este panorama, un Erdogan históricamente hostil a Al Assad era una pieza útil, no la más deseable para Washington, pero necesaria en ese momento.

El hegemonismo necesitaba encuadrar a Turquía, y se produjo el derribo por parte de antiaéreos turcos de un caza ruso, dando origen a un serio choque diplomático entre Ankara y Moscú.

Sin embargo, los movimientos de Erdogan en los últimos meses, restableciendo las relaciones diplomáticas con Putin y disculpándose ante el Kremlin por el derribo del caza activaron las alarmas en Washington.

Bajo el gobierno de Erdogan, Turquía aspira a recuperar parte de la influencia que tuvo (hasta las primeras décadas del siglo XX con el Imperio Otomano) sobre partes clave de Oriente Medio. Se niega a respaldar a los grupos kurdos en Siria que se han convertido en una de las principales bases de EEUU. Quiere aprovechar las actuales convulsiones para incrementar su influencia en la zona. Hasta el punto de que proyecto una acción militar unilateral en Siria, que EEUU tuvo que paralizar.

El grado de autonomía de un gobierno Erdogan dispuesto a defender los intereses de Turquía desobedeciendo los intereses norteamericanos habían llegado demasiado lejos. Había que activar el plan para derribarlo.

Deja una respuesta