Crecen los problemas para EEUU y Alemania

Debilidades imperiales y golpe contra Sánchez

¿Cómo es posible que en el seno de la dirección del PSOE, el partido de Felipe González, de la OTAN, de la reconversión industrial, de los Gal y la corrupción haya surgido un sector tan radicalmente opuesto a acatar los mandatos de Washington y Berlí­n de formar un gobierno de coalición con el PP o permitir a Rajoy formarlo en solitario?

¿Por qué si en mayo de 2010 bastó una noche, una simple llamada telefónica de Obama a La Moncloa a altas horas de la madrugada, para que Zapatero diera un giro de 180 grados a su política y pasara a ejecutar sumisamente un nuevo proyecto de degradación política, recortes y saqueo de España, seis años después está costando casi un año y para su ejecución han tenido que desgarrar y desangrar al PSOE mediante un abierto golpe de estado interno para defenestrar a Sánchez y su equipo?

Las dificultades para la formación de un nuevo gobierno, después de 10 largos meses y tras dos elecciones suele imputarse a la fragmentación parlamentaria surgida de ellas. Pero sobre todo, la feroz campaña mediática levantada por todos los medios de comunicación achaca a las ambiciones personales de Pedro Sánchez la responsabilidad exclusiva de la inexistencia de gobierno por su firme negativa a permitir, por activa o por pasiva, la continuidad de Rajoy.

¿De verdad quieren hacernos creer que la interinidad e inestabilidad política actuales dependen de las ambiciones de un dirigente hasta hace apenas 24 meses desconocido? «La única posibilidad de EEUU para contener a China es formar una especie de “gran frente mundial antichino”»

La realidad obedece a causas más profundas y complejas. En las que se entrecruzan tanto factores internos a nuestro propio país, a sus fuerzas políticas y al surgimiento de un poderosos viento popular y patriótico como repuesta a las políticas del saqueo impuestas por la troika, como factores internacionales relacionados con las crecientes dificultades, debilidades y fracturas que arrastran Washington y Berlín. Las dos grandes potencias imperialistas con intereses de dominio y capacidad de control sobre España.

Aunque ambos factores están íntimamente relacionados, vamos a detenernos en estos últimos de los que nadie habla y que sin embargo, como ocurre siempre, juegan un papel determinante en el transcurrir de la vida política nacional. Sin ellos no es posible entender ni las razones de la resistencia de Pedro Sánchez a aceptar el mandato hegemonista de propiciar alguna fórmula de gobierno de coalición o la cohabitación parlamentaria necesaria para asegurar la continuidad de Rajoy, ni la naturaleza de la fractura que está desgarrando al PSOE.

Al marco general de declive imperial de EEUU y la incapacidad de Merkel de controlar las múltiples revueltas europeas de distinto signo, se están añadiendo, de forma acelerada, nuevas dificultades. Que obligan a las clases dominantes de ambas potencias a prestar una mayor atención y recursos a su propio frente interno, en detrimento relativo de su capacidad de presión sobre los países bajo su dominio.

Trump: ¿locura americana?La crisis ha acelerado el declive norteamericano a unos niveles difíciles de imaginar antes de 2008. Y no sólo de pérdida de peso económico, liderazgo y capacidad de imponer el “ordeno y mando” en el mundo. También en el frente interno sus consecuencias han sido de carácter sísmico como pone de manifiesto la irrupción y consolidación de Trump como serio candidato a ocupar la Casa Blanca.

Sin embargo, debajo de sus alocadas y ultrarreaccionarias propuestas sobre la inmigración, el muro con Méjico o los musulmanes, lo que en realidad subyace es todo un replanteamiento radical y de largo alcance del sistema de relaciones internacionales de la superpotencia yanqui.

Todo el mundo se escandaliza cuando lo oye alabar a Putin o al presidente turco Erdogan. Pero lo que hay en realidad detrás de lo que parecen excesos verbales y salidas de tono no es, o no es principalmente, su admiración por los modos abiertamente autoritarios de ambos, sino la voluntad de impulsar una reorientación en las prioridades y la política de alianzas norteamericana.

El demócrata Brezinsky –uno de los más lúcidos estrategas yanquis– fue el primero en señalar cómo la única posibilidad de EEUU para contener el ascenso de China e impedir que alcance el punto crítico necesario para colapsar la hegemonía norteamericana es formar una especie de “gran frente mundial antichino”. Frente del que es imperativo que entren a formar parte, y de forma destacada, tanto Rusia como Turquía.

Esto exige, lógicamente, no sólo recomponer las relaciones poniendo fin a la política de hostigamiento hacia ellos, sino reconocer sus intereses y las aspiraciones de influencia y liderazgo regional de sus élites dirigentes.

Evitar que el abrumador peso económico de China en Asia se vaya trasladando de una forma cada vez más sensible y acelerada a los terrenos político, diplomático y militar exige, sobre todo, romper las crecientemente estrechas relaciones entre Pekín y Moscú y atraer a éste hacia el bloque capitaneado por Washington, reconociendo sus intereses en lo que el Kremlin considera su “zona de influencia natural”: el Este de Europa, el Cáucaso y Asia Central. De la misma forma, desde esta óptica es necesario recomponer las relaciones con Turquía, seriamente dañadas desde la guerra de Irak, el derrocamiento de los Hermanos Musulmanes en Egipto, los intereses cruzados en Siria o el reciente y fallido intento de golpe de Estado. Recuperar a Turquía, un aliado clave en la OTAN, es vital para disponer de un sólido anclaje sobre un Oriente Medio donde la influencia y la capacidad de control norteamericana no ha dejado de retroceder.

Poner a China en el focoLas demagógicas recetas de Trump sobre economía y empleo ponen como centro el proteccionismo, especialmente la imposición de elevadas barreras arancelarias a las mercancías chinas, de forma que dejen de ser competitivas en el mercado estadounidense y “obliguen” a las grandes corporaciones yanquis a retornar su producción industrial a EEUU.Un brindis al sol en tanto que la economía norteamericana hace ya años que depende del crecimiento de la china y que sus multinacionales tienen en China uno de sus principales mercados, inversiones de billones de dólares, una mano de obra relativamente especializada con costes imbatibles y un nivel de infraestructuras con capacidad para poner rápidamente sus mercancías en el mercado mundial.

Sin embargo, este discurso sin ninguna racionalidad económica, sí sirve por contra para poner a China en el ojo del huracán, en el centro de la ira de millones de obreros blancos que no sólo han perdido su trabajo, sino sus perspectivas de futuro para ellos y sus familias.

Igual que para desatar plenamente la guerra fría y modelar y preparar a la opinión pública para ella fue necesario desatar una oleada de histeria anticomunista entre la mayor parte de la población, la contención del ascenso de Pekín exige que grandes masas del país interioricen que China es el gran enemigo que amenaza su estilo de vida. Y eso no se consigue fácilmente, como se ha intentado hasta ahora, con discursos sobre los riesgos geopolíticos y militares que corre EEUU en la región de Asia-Pacífico. Mucho menos en una sociedad duramente castigada por la crisis y cada vez más reticente a las aventuras militares del imperio. «La única posibilidad de EEUU para contener a China es formar una especie de “gran frente mundial antichino”»

De la misma forma, no basta con arremeter contra su economía, pues el ascenso de China no se reduce, ni mucho menos, a este terreno. Es necesario romper el sistema de relaciones y alianzas tejidas por Pekín en los últimos 15 años y especialmente su acercamiento estratégico a Moscú.

Movilizar a la población contra China, utilizando los resortes más sensibles que afectan a su vida diaria. Y atraer a Rusia hacia un nuevo sistema de alianzas comandado por EEUU en el que vea reconocidos sus intereses imperialistas son las dos vigas maestras observables detrás de las aparentemente alocadas propuestas deTrump.Que un candidato así haya llegado a las vísperas de las presidenciales con serias opciones de ganar, indica que importantes sectores de la burguesía monopolista, de una u otra forma ven con buenos ojos esta recomposición de la política internacional del imperio. Si Trump llega a ganar ya se encargarán ellos, como han hecho antes con tantos presidentes, de reconducir sus excesos y liquidar sus propuestas más temerarias.

Merkel en el alambreEn la otra orilla del Atlántico, en Alemania, con una UE aún más convulsa y conmocionada tras el Brexit y la crisis de los refugiados, también son observables movimientos que van en la misma dirección de reordenamiento de su política exterior y el sistema de alianzas.

Es la fulgurante ascensión del nuevo partido antieuro, Alternativa por Alemania (AfD). A diferencia deTrump, AfD no tiene ninguna posibilidad de ganar las elecciones, pero sí de obtener un resultado significativo que le permita adquirir una influencia equiparable a la que tuvo durante la Guerra Fría el pequeño Partido Liberal de Genscher, que con apenas un 10% de los votos fue durante 18 años ministro de los gobiernos federales de Bonn, la mayor parte de ellos en asuntos exteriores, y coautor junto al socialdemócrata Willy Brandt de la llamada “realpolitik”, es decir el acercamiento a la RDA e, indirectamente, a Moscú.

De la misma forma que Trump, el discurso de AfD coge como blanco a los inmigrantes y ha aprovechado la ola de descontento hacia los refugiados para crecer electoralmente. Pero también, al igual que el magnate norteamericano, cuestiona radicalmente el actual sistema de alianzas de la potencia germana. Para AfD, Berlín debe empezar a cuestionarse la existencia del euro, o cuanto menos los países que deben formar parte de él. «En Alemania también son observables movimientos en dirección al realineamiento de su política exterior»

Su ideal es que los países del sur y del este queden fuera del nuevo marco central de una eurozona reducida a los países centrales, reduciendo la periferia a una especie de zona de influencia y protectorado económico.

Al mismo tiempo, insisten en la vieja tentación germana que arranca desde los tiempos de Bismarck para no seguir ciegamente la política norteamericana hacia Rusia, pues el interés alemán es justamente el contrario. Establecer sólidos lazos bilaterales con Moscú, de los que podría obtener sustanciosos réditos en todos los terrenos, incluido el militar, en una relación mucho más equilibrada que la que impone Washington. Incluso aunque fuera a costa de ceder terreno en una serie de países que AfD considera más una rémora que una ganancia.

Es en la medida que unos y otros andan enrededados en resolver sus fracturas, divisiones y enfrentamientos internos que los países bajo su control pueden adquieren un cierto margen de autonomía y negarse a seguir determinados mandatos de Washington y Berlín.

Esta es, en sustancia, la razón última que explica que haya podido surgir una línea de resistencia en el seno de la dirección del PSOE, que durante 40 años ha sido la pata izquierda del modelo bipartidista y el más eficaz gestor de los intereses de la oligarquía y el imperialismo.

Quienes desde la izquierda se negaron a principios de año a votar favorablemente la investidura de Sánchez y se obstinan hoy en negar la posibilidad de cualquier acuerdo para un gobierno de cambio, no sólo hacen gala de una ceguera política insuperable, que les impide comprender las características particulares de la nueva coyuntura política, las dificultades de nuestros enemigos principales y la fortaleza del pueblo. Sino que al dañar seriamente la consolidación y extensión del viento popular y patriótico están haciendo un servicio impagable para que la oligarquía y el hegemonismo puedan seguir llevando adelante su proyecto de degradación y saqueo sobre España.

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