EEUU después de Obama

La base del voto a Trump

En los juicios norteamericanos existe esta figura en la que el acusado no puede ser condenado por falta de pruebas y no puede ser claramente declarado inocente por la cantidad de sospechas sobre él: Trump es votado por millones de norteamericanos que le consideran «no culpable». Sí­, es un multimillonario que no paga impuestos y dice barbaridades; pero no ha sido uno de los polí­ticos a quienes las clases populares responsabilizan de haber llevado a la sociedad norteamericana hasta la fractura y declive en que se encuentra.

Estados Unidos (EEUU) es el tercer país de entre las naciones industrializadas, con mayor desigualdad. Los 400 norteamericanos más ricos acumulan tanto como 160 millones de sus compatriotas. Como en España, bancos y monopolios (Ford, General Motors) fueron rescatados con dinero público, mientras a los trabajadores se les dejaba en la cuneta. Sin perspectiva de mejora la producción industrial sigue bajando (un -2% este año). Y el famoso «ascensor social», está detenido. Los trabajadores blancos que se consideraban blindados han visto como sus salarios menguan sin remisión: hace 50 años la compañía con más empleados, General Motors, pagaba el equivalente actual a 50 dólares ($) por hora. Hoy, Walmart paga 8 $ por hora. Un auténtico golpe al sueño americano de las infinitas posibilidades de prosperar. En EEUU el salario mínimo es de 7,25 euros/hora, el mismo que en 2002 y más bajo ya que en las compañías de manufacturas de China, mientras los directivos cobran hasta 350 veces esa cantidad.

El paro ha descendido tras la gran crisis de 2008; pero ahora millones de personas con empleo no llegan a fin de mes. La Vanguardia citaba hace unos días a una escritora convertida en camarera para narrar desde dentro esa realidad: pronto descubre que debe trabajar en dos sitios de 8 de la mañana a 10 de la noche, toma aspirinas entre turno y turno para aguantar, pasa más de una hora en la carretera… se mal alimenta con hamburguesas de dos dólares, destina los 20 dólares diarios de propinas a gasolina y comida, y cuando llega a casa por la noche guarda los cuatro billetes restantes en un cajón para cubrir las emergencias ante las que no podrá esperar ninguna ayuda social.

El «obamacare», para extender la cobertura sanitaria, no es un plan público de salud, sino un mecanismo para favorecer que gente con menores ingresos puedan suscribir un seguro privado mínimo de unos 120 dólares al mes y uno excepcional de 30 dólares. Pero estos seguros, igual que otros más caros, tienen muchas restricciones: se paga un porcentaje de la visita al médico, no cubren tratamientos de enfermedades previas al contrato, el seguro dental no suele estar incluído y existe el Deductible money: cantidad de dinero que el asegurado ha de pagar por adelantado ante tratamientos o urgencias médicas y luego reclama al seguro… Y lo que vale para la salud vale para las pensiones (la mayoría de los trabajadores – el 59% – no tienen suficiente dinero ahorrado para la jubilación, según una encuesta de Gallup), o la enseñanza: un reportaje en la BBC mostraba cómo los que intentan financiarse universidades que les permitan mejores trabajos se endeudan hasta el punto que está tomando fuerza un movimiento estudiantil para el impago de las deudas a los bancos.

Una trituradora

La fractura social es de tal nivel que se han inventado una expresión -«la melancolía de la clase media»- para definir cómo un sector de la sociedad se ha hundido moral y físicamente: cada hora, tres estadounidenses mueren por sobredosis de opiáceos: 28.000 personas en 2014. Las cifras son extremecedoras. La plusmarca la tiene la ciudad de Baltimore, donde el diez por ciento de la población está enganchada a la heronía. Sí ¡el 10%!

Desde la caída de Leman Brothers y la grave crisis de 2008 en EEUU, se potenció la prescripción, a personas con dolores o depresión, de recetas de analgésicos opiáceos que producen dos grandes farmacéuticas. Una vez finalizado el tratamiento, el paciente está literalmente «enganchado» al opio, y busca en el mercado negro el derivado (heroína) más barato. La droga está golpeando especialmente al noreste del país, y a regiones con una tradición agrícola y ganadera, y ciudades pequeñas y medianas basadas antes en una industria productiva. La mayor parte de los adictos son blancos, jóvenes de entre 15 y 25 años, y profesionales entre 30 y 45 años. Las muertes por sobredosis se suman al aumento de los suicidios. El pasado año fue el más letal en suicidios de militares en activo, con 321. Y en un Imperio que tiene 20 millones de ex-soldados en su sociedad, 22 de ellos se quitan la vida cada día. Como decía un veterano: «los soldados se suicidan porque se sentían más arropados en su destino en el frente que en casa».

En esta trituradora social, y según cifras del propio F.B.I., diariamente mueren 92 personas por arma de fuego, y otras 297 personas resultan heridas por disparos.

Descolgados de la vida económica y social, una gran parte se queda al margen de toda vida política. Sólo uno de cada dos norteamericanos se registra para votar, y de éstos aún solo votan la mitad. El voto a Trump es pues un voto contra quienes han gestionado el gobierno para sumirles en este pozo. Pero el que este candidato cuente con apoyo de algunos sectores de la burguesía monopolista estadounidense es porque sus proclamas racistas contra la inmigración cumplen un papel bien definido desde hace décadas en la estrategia de la clase dominante para controlar la sociedad: de ninguna manera los trabajadores blancos pueden unirse en sus reivindicaciones a las minorías de negros o hispanos. Y su reclamación de proteccionismo al mercado interno, atiende al serio problema de que el actual déficit comercial de la superpotencia es de 749.000 millones anuales. Su lema «engrandezcamos de nuevo América» reconoce el declive que la mayoría percibe en su vida. Obama prometió a sus votantes que sería como ellos, Trump les dice que podrán volver a soñar con llegar a ser como él.

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