Entrevista a Rafael Canogar

La última vanguardia

Rafael Canogar defiende la vuelta al informalismo como la última vanguardia, una pintura radical y esencial, desnuda, sin guiños ni concesiones

El pintor Rafael Canogar es uno de los principales representantes del arte abstracto español. Fundador del grupo El Paso, formado por una decena de artistas que tomaron como referencia el expresionismo abstracto y el informalismo, contribuyó a la revolución del panorama artí­stico español a finales de los años 50, organizando y dando coherencia a un movimiento que se nutrí­a por igual de las vanguardias y del gran arte español, y que se rebelaba ante el poder y la moral dominante.

¿Que papel jugaron las vanguardias?

Aquellos fundamentos teóricos fueron muy importantes. Son teorías que fueron claves para el creador, le dieron soporte para trabajar. Hoy sin embargo las vanguardias ya no existen, el artista está más solo ante la creación. Pero en aquellos momentos fueron decisivas después de un periodo tan terrible que desembocó en la Primera Guerra Mundial.

¿Qué cambiaron del mundo?, ¿cuál fue su aportación a la cultura universal?

Hablando desde mi propia experiencia, las vanguardias sintetizan todo lo anterior para dar una respuesta enormemente rica llena de propuestas. En los años 50 hay muchas aportaciones, creativamente hablando, riquísimas, como posiblemente ningún otro periodo de la historia del arte, y una de ellas desde luego es el expresionismo abstracto, que a mi me cautivó. Abrieron las puertas a nuevos conceptos de composición, de materiales, de formatos, de espacios…

Las creaciones que nos han dejado las vanguardias son fundamentales, tanto que todavía estamos viviendo de ellas. De una forma u otra, cada artista se vale de estos conceptos descubiertos en aquellos momentos.

Pese a que España no parecía que tuviese condiciones, los artistas españoles jugaron un papel de primera línea a nivel mundial en las vanguardias, tanto en la literatura, la poesía, como en la pintura o en el cine….

Es una pregunta muy interesante pero muy compleja de contestar. Efectivamente no existían condiciones, pero sí estaba la historia del pueblo español, todo ese poso cultural que de alguna forma estaba presente, de manera más o menos evidente. Yo creo que los momentos menos propicios sirven de motor al artista para hacer revoluciones; esa libertad coartada, cercenada, es a veces un motor importantísimo para enfrentarte a estas situaciones. Esto pasó tanto en el periodo de entreguerras como en la posguerra con mi generación.

Creo que la generación de la Escuela de Nueva York tuvo necesidad de romper con ese deseo del coleccionismo norteamericano por lo europeo, por lo francés. Necesitaron de una pintura muy fuerte, muy poderosa, para vencer esa inercia.

En España, el interés por la situación social y política que vivía el país tras la posguerra dio una generación que necesitaba también una pintura muy poderosa para hacer creaciones nuevas que pretendían cambiar nuestro entorno.

¿Cuáles son los referentes del grupo El Paso?

Buscamos los referentes de la mejor pintura en aquellos momentos, que es la Escuela de Nueva York y cierta pintura que se hacía en París que era el centro cultural europeo. En nuestros primeros viajes, que fueron a París, vimos las primeras obras, todavía muy discutidas, del alemán Wolf, por ejemplo. Pero también teníamos como referentes a nuestro universal Miró.

Nosotros quisimos hacer una pintura que diese respuesta a la problemática hispana, por eso hemos mencionado muchas veces que pese a que no teníamos mucha información respecto a la pintura que se hacía fuera, sí teníamos cerca la mejor pintura que estaba en el Museo del Prado. La intensidad de Goya fue un referente importantísimo para el expresionismo abstracto español y para el informalismo. Así como la sobriedad de Zurbarán. De hecho si se busca en los títulos de nuestra obra de aquellos años se puede seguir el rastro de la intensidad de la mirada hacia esa pintura. Esa era nuestra forma de entender un arte universal. Creo que España le dio al informalismo una raíz muy hispana y personal. No solo era un referente estético, sino también sociopolítico. Para nosotros era importante hacer un arte libre que había nacido en países libres, pero más importante era defender la democracia y la libertad en nuestro país.

Decía al principio que hoy en día las vanguardias ya no existen, ¿a qué se refiere?

Hay elementos a tener en cuenta. La tecnología ha abierto las puertas a muchos artistas. Esto ha ocurrido también con anterioridad, pero hoy en día hay muchas más herramientas que el artista está utilizando. A veces me hace pensar que en algún momento habrá que inventarse otro nombre, porque quizás no el arte como lo hemos entendido hasta ahora.

Pertenezco a una generación concreta que ha defendido la pintura, y que hemos querido hacer cosas nuevas pero desde la pintura. Muchas otras tendencias, que tienen como marco esas nuevas herramientas, precisamente niegan el lenguaje de la pintura. Yo, por el contrario, me mantengo en que hay que radicalizar, retomar y reinventar la pintura de los años 50, renovándola y actualizándola. Ya no es informalismo, es otra cosa, pero sigue siendo válido lo que decía Harold Rosenberg, sobre que el pintor ya no se acerca al caballete con una imagen en la mente, lo hace con unos materiales en la mano para hacer algo con ese otro material que tiene frente a él que es la tela. La imagen que surge como resultado de tal encuentro, no es una pintura, es un acontecimiento. Me parece que estas palabras son muy relevantes y así es como trabajo yo.

Entiendo la pintura como una entidad en sí misma, desnuda, sin concesiones ni guiños, como fue a veces el informalismo. Reivindico una pintura radical y esencial.

Hay otra frase de Zola: “la obra de arte es un rincón de la creación vista a través de un temperamento”. Esa es mi posición, y la de otros artistas es la de la herramienta digital, que es importante pero puede llevarnos a salirnos del ámbito de lo que hemos entendido hasta ahora que es el arte.

Cada uno debe enfrentarse a los resultados de su creación porque no hay nuevas ideas estéticas, nuevas filosofías. Todavía trabajamos con lo que nos dejaron en 1945 estas nuevas vanguardias como ámbito de libertad.

¿Hay que volver entonces al último referente de creación y transformación colectiva, a la última vanguardia?

Sí, porque aquellos momentos tan ricos de creatividad se pudieron incluso confundir con la originalidad, lo de introducir algo que no se había hecho. Esto llevó a un camino sin salida que se precipitó en la búsqueda de otras formas de creación, muy importantes, pero que dejando sin concluir un lenguaje que todavía estaba lleno de posibilidades.

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