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Francia: alfombra roja para el FN

Este final de agosto nos ha traído el estallido del Gobierno Valls en Francia, que es consecuencia directa del fracaso de Hollande y del PS francés para hacer frente a los problemas derivados de la globalización y de las políticas europeas de los últimos años. En las pasadas elecciones de mayo todo se conjuró para convertir al Frente Nacional en el primer partido de Francia y, no obstante ello, el presidente de la República continuó impertérrito con su política que puede transformarse en el torpedo definitivo para conducir al socialismo francés al archivo en el que ya están el griego y el español, con la singularidad de que en el país galo la alternativa va fraguando en torno al partido de Marine Le Pen, cuyas propuestas económicas y sociales van mucho más allá del marco establecido en el seno de la Unión Europea.

Son de clara ruptura y el tiempo dirá si ello es bueno para Francia y para el continente europeo. De momento, las evidencias indican que la crisis europea y francesa seguirá dando quebraderos de cabeza a los adalides de los dogmas financieros y de la globalización sin barreras que se creen inmunes al descontento creciente en los diferentes países del sur, de los que Francia se convertirá en el mascarón de proa.

Políticas fracasadas ayer para los problemas de hoy

Se dice que los problemas que traen a la UE a mal traer, sobre todo en su flanco sur, recuerdan a los de los años 30 del siglo pasado en los que unos dirigentes políticos se empecinaron en determinadas políticas que concluyeron en tragedia. Hoy, excepto en aquellos grupos y personas que forman parte de la nomenclatura política y financiera, abundan las críticas acerca del modo en que se está encarando la crisis de origen financiero, trufada de una malentendida globalización, que ha sembrado postración e inseguridad por doquier, sin que se pueda hablar seriamente de cambios en otra dirección. Y no me refiero a España, donde sólo cabe esperar cómo terminará el espectáculo de la Corte de los Milagros que enfila su final. Mi reflexión es sobre Francia, que, por su dimensión y su arraigada tradición democrática, ha pasado a convertirse en el exponente de los males y de las controversias que circulan por la Europa latina.

El presidente Hollande prometió cambios para obtener su elección hace dos años y, con la mayor soltura, ha abjurado de sus promesas y ha practicado lo contrario. A los españoles nos suenan esos comportamientos, ¿verdad?, aunque nuestra levedad democrática y partidaria nos impide ser tan exigentes como los franceses. Sin embargo, en Francia ya le están ajustando las cuentas al falsario, no sólo con el rechazo de la opinión pública sino en su propio partido, el PS, que ha sido el causante de la crisis ministerial. La ruptura del Gobierno francés y la decisión de mantener a Valls para que sea un émulo del canciller Brüning de la República de Weimar seguirá aumentando el descontento ciudadano y la guerra en el seno del Partido Socialista, con gran contento del Frente Nacional, que aspira a consolidarse como alternativa de gobierno en Francia. Una previsión verosímil si la derecha francesa no es capaz de asumir la necesidad de un discurso distinto al que se viene ejecutando en Europa, dando por descontado que Hollande y Valls caerán y que se llevarán por delante a su partido. Si lo dudan, que les pregunten a sus camaradas socialistas griegos y españoles, que andan penando por las esquinas sin saber cómo zafarse del corsé de Bruselas que, con tanto empeño, han contribuido a fabricar durante décadas.

Francia como cabecera de los dolientes del sur

En un ambiente tan revuelto y tan poco prometedor como el que se vive en la Europa comunitaria, la prospectiva es complicada, pero en el caso que nos ocupa es fácil pronosticar que nuestros vecinos galos se incorporarán de lleno al club de los dolientes del Sur y que buscarán su salida nacional. Por lo sucedido en las elecciones europeas, no parece la más deseable para quienes creemos en los valores democráticos, pero conviene no olvidar que éstos han sido vapuleados por los que desde los años 90 arriaron las banderas de la democracia y de la solidaridad y se han mostrado incapaces de sacarnos de la crisis económica y social a la que nos han conducido con sus grandes experimentos financieros y la desertización industrial en nombre de la globalización.

Me imagino que, ante la situación creada en Francia, Alemania y sus satélites intentarán socorrer a Hollande, aflojando un poco las riendas de los recortes y echando mano del BCE para engrasar los mercados financieros, aunque en Santiago de Compostela la canciller alemana y Rajoy hayan mantenido la idoneidad de lo que ambos definen como reformas que, en lenguaje llano, son más leña al mono, representado por las clases medias. Espero que no hablen en serio, porque el mono ya no aguanta más castigo y puede salir de la jaula organizando la zapatiesta padre. ¡Atentos a la pantalla!

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