SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Patria

Hace muchos años que la palabra patria no se repetía tanto en un gran acto político en la capital de España. Ante la multitud congregada en la Puerta del Sol de Madrid y calles aledañas, el partisano Pablo Iglesias habló ayer de la patria seis o siete veces. Patria es la gente. Patria es el bienestar de la gente. Patria es el pueblo. Patria es el coraje popular el 2 de Mayo de 1808, mientras los poderosos huían o pactaban con el invasor. Patria es la gente en la Puerta del Sol el 14 de Abril de 1931. (En este punto, Iglesias evitó, cuidadosamente, mencionar la palabra república). Patria es el Quijote soñador, que nunca debiera convertirse en señuelo comercial, puesto que España es una patria y no una marca. Patria iba diciendo Iglesias y la gente le aplaudía con entusiasmo. Ayer en el centro de Madrid tuvo lugar un bautizo.

Ha nacido, con rabia y energía, una nueva corriente política en España. No es un suflé. No es un ingenioso artificio de las redes sociales. No es un simple juguete de la televisión privada, que intentará destruir a la criatura cuando acabe de constatar que se le escapa de las manos. No es un espejismo de las encuestas. No se deshinchará en cuatro días. No es probable que gane las próximas elecciones generales, pero su ascenso puede trastocar el futuro Parlamento español y otras muchas más cosas, entre ellas, la Generalitat Valenciana, la Comunidad de Madrid, el Principado de Asturias, el gobierno balear, la Navarra foral y el Parlament de Catalunya, entre mayo y septiembre. El fenómeno Podemos va en serio y ayer quedó perfectamente demostrado.

Patria. El Partido Socialista Obrero Español nunca lo había enfocado exactamente así. El Partido Comunista de España, tampoco. (Algunas pinceladas de Santiago Carrillo en 1977). Izquierda Unida, tampoco. Incluso el Partido Popular habla poco de patria. Gran promotor de la ‘marca España’, el PP prefiere reivindicar la “gran nación española”. Cuarenta años después de la muerte del general Franco, un grupo de jóvenes contestatarios, provenientes en su mayoría de la escuela marxista, utiliza la palabra patria para convocar la formación de un nuevo bloque político-electoral opuesto a la línea que gestiona la crisis. No les da vergüenza. Ya no les da vergüenza. Patria es uno de los lemas de la nueva izquierda. Esa es la novedad de ayer en Madrid. Y no es menor.

No es una novedad intrascendente, dada la capacidad que está demostrando Podemos para moldear el lenguaje político. Han implantado la casta en el habla coloquial y capilar. Han obligado al Partido Socialista a convocar “asambleas abiertas” en mangas de camisa, y han llevado al Partido Popular a bautizar como “plazas” los espacios de debate de su última convención. Se aceptan apuestas para ver cuanto tardan todos los demás en incorporar la patria en sus discursos distintivos. El joven Albert Rivera, apolíneo y ascendente en los sondeos, seguramente será el primero. Y en Catalunya, donde se habla sin descanso de la nación, podría darse un regreso semántico a la patria, Jordi Pujol apelaba al patriotismo. La pàtria dels catalans fue el inmejorable título de un conjunto de ensayos publicado en el 2009 por el historiador Josep M. Fradera, gran profesional. “Un esfuerzo para entender el país. La patria en el sentido más literal. El lugar donde han vivido abuelos y padres, las generaciones pasadas. El lugar donde hemos aprendido que el ámbito doméstico forma parte de una sociedad particular, forjada por la historia”, escribía Fradera.

Podemos también habla de patria porque pretende ser un partido distinto a los demás. La única organización política que hoy puede congregar a cerca de doscientas mil personas en Madrid sin apoyo institucional.

El público. Gente de todas las edades, con preponderancia de personal maduro. Trabajadores y empleados. Estudiantes y jubilados. Parados y sindicalistas. Gentes que algún día votaron al PSOE e IU. Banderas de todas las autonomías. Las enseñas de Catalunya y Euskadi, también. Y un buen número de banderas republicanas. Iglesias y los demás oradores evitaron toda referencia a la jefatura del Estado. Podemos no pide república, pero el morado es su color distintivo.

Izquierda Unida va a ser triturada –la organización de Madrid de IU está a punto de estallar– y tiene todos los números para convertirse en el KKE hispánico (KKE, el fosilizado Partido Comunista griego). El joven Alberto Garzón llega tarde. Y el PSOE tiene ante sí un grave problema. Mientras el pueblo de izquierda vibra con Podemos, el veterano sanedrín socialista ha tomado la increíble decisión de impugnar al secretario general Pedro Sánchez en pleno ciclo electoral. Quieren recomenzar desde Sevilla. Van a llegar a las municipales de mayo con un líder al que se le está poniendo triste la mirada. El Partido Socialista, que muchas veces se ha contemplado a sí mismo como una patria, corre el serio riesgo de quedar atrapado por esta última maniobra y devenir el partido regional del sur de España.

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